martes, 7 de febrero de 2017

Sobre libro Narrativa de la víctima: fantasía y deseo en "Lima, hora cero"



Hace mucho tiempo, no escribo absolutamente nada en este blog. Sin embargo, valga el momento para compartir, para variar, una reciente entrevista a propósito del libro que publiqué el año pasado.

Saludos,



miércoles, 28 de agosto de 2013

El panóptico I: El joven de la Canada Dry (más epílogo)


                                                                             
Hace unos días, en plena clase, conversando con Sambucetti, profesor de una conocida universidad privada, observamos llegar, muy tarde, a uno de los tantos y variopintos alumnos que llevaban casi obligatoriamente, yo diría que hasta aburridos, los Estudios Generales de lenguaje. Muy ligero, delgadísimo, con un capuchón grisáceo, casi desaparecido entre esas orejeras sónicas Sony que colgaban de su cuello, masticando con suavidad goma de mascar, se confundió con el resto de sus amigos que, como él, y alienados en la misma moda, participaban de la sesión académica de esa muy temprana mañana. Entre saludos y groserías típicas de adolescentes, parecía adormecido. Metió las manos a los bolsillos y sacó caramelos de mentol, chiclet's y pequeñas cajas celestes muy llamativas. 

- Puta madre - murmuró con dureza Sambucetti, viéndolo sentarse con el mismo rictus decaído con el que había entrado al aula. 

Rápidamente, como amenazado, abrió su maleta, retiró un paquete de evaluaciones y me pidió, por favor, que era tiempo ya de corregir el primer conjunto de tareas de los estudiantes. "Douglas", me dijo casi sin ánimo, "toma un silla y evalúa cada uno de estos esquemas".

Así, minutos más, y luego de comprobar que todos estaban en sus sitios, Sambucetti dio comienzo a la evaluación grupal. 

- ¡Jóvenes! -exclamó con cierta complacencia y sin mucho convencimiento-. Fórmense en grupos. 

Casi forzados, un poco desorientados, sea ya por haber madrugado o por el poco entusiasmo, empezaron a juntarse de a pocos. Chicas con chicos, torpes con lúcidos, cumplidos con irresponsables, atentos juntos con distraídos, poco a poco se iniciaba un constante murmullo y risitas -de vez en cuando aplacadas por Sambucetti- que develaba que estábamos en pleno examen. Advertido por el ojo agotado, pero alerta, del profesor, cogí rápidamente una silla, mi maleta y empecé a calificar, uno por uno, contagiado de vez en cuando por los bostezos que se oían con mucha claridad desde varios lados del aula, los ejercicios. "No es el momento que los jodas tú", me dijo Sambucetti, "pero, por si acaso te preguntan, diles algo general". No tenía mayores problemas. Estas sesiones suelen ser poco ruidosas y, más bien, en extenso estresantes para los estudiantes, quienes están obligados a hacer aflorar a ese escritor que, por qué no, anida en algún lugar de su mística académica. Sin embargo, casi inadvertidamente, apenas sentado, y ya terminando de calificar el primer esquema, el mismo joven que había llegado tarde a clase no solo ya no estaba con su grupo de trabajo, sino que, ahora, con las manos en los bolsillos del jean, con una marcada sonrisa cínica y muy adormilado, bebiendo de una llamativa y luminosa lata verde, estaba ahí, parado frente a Sambucetti. 

Noté que mi amigo fingió no darse cuenta de que el joven estaba ahí, parado, como sostenido por alfileres, con su lata verde y persiguiendo con sus ojos adormecidos el caminar circunspecto del profesor. "Orden, orden", reclamaba Sambucetti, mientras que se empezaba a oír una vocecita sin mayor brillo desde el pizarrón. "Profesor, profesor". Sambucetti continuaba conversando, inusual insistencia, con algunas alumnas, quienes se confundían con las comas, las tildes y los puntos."Profesor, profesor", y Sambucetti caminó hacia otro grupo de adolescentes, quienes se extraviaban entre lapiceros, papeles blanco y oraciones. "Profesor". Volteó sin mayor interés, a la vez que me señalaba que continuara atendiendo al reciente grupo huérfano. "¿Sí?". "¿Puedo hablar con usted unos minutos?".

Terminé de asesorar ciertas dudas y regresé a mi silla. A la distancia, el joven le conversaba muy de cerca a Sambucetti, embutido en su capuchón y en aquellos parlantes Sony que parecían atenazarle el cuello. Con mucha calma, casi con total indiferencia, mirando a los ojos del profesor, movía los labios mientras consumía prolongados sorbos de la lata luminosa y le mostraba unos papeles. Al mismo tiempo, Sambucetti movía la cabeza negativamente, encogía los hombros, ponía el rostro adusto e intentaba mantenerse a cierta distancia del alumno. Terminada la breve conversación, con un gesto de fastidio, el alumno regresó a su grupo de trabajo, tomó asiento y continuó bebiendo, aunque ahora esparcía, con vehemencia, más cajitas celestes y chiclets, mientras sus amigos le miraban a los ojos y se reían.

- ¿Terminaste?

Sambucetti cogió de la pila de ejercicios revisados uno de ellos apenas afirmara con un "sí". En silencio, ojeó unos segundos el papel. Asintió con cierta tranquilidad al confirmar la nota y guardó el paquete completo en un fólder sucio. Luego, me pidió que me acercara con él hasta la pizarra. Sin dejar de observar al resto de alumnos, quienes, entre risas, se distraían de vez en cuando, me empezó a hablar casi con murmullos.

- ¿Te diste cuenta del joven? - me preguntó, sin esperar que lo mirara.
- ¿Quién? -pregunté, fingiendo no saber a quién se refería.
- Ese, al de la Canada Dry...

Dos veces que llega ya, así, muy temprano, reiterando que tiene que visitar urgentemente a su psiquiatra por la mañana. Dos veces ya que sus ojos se le caen, enrojecidos, oscuros en las pupilas, como si la piel se le resbalara de los huesos. Dos ocasiones repentinas que apestaba al mismo hedor caliente, poco disimulado por el dulce de mentol y las varias latas verdes luminosas. "Canada Dry, Canada dry", repetía Sambucetti, sorprendido de que aún vendan esa gaseosa en Lima. Se ve tan bonita y delicada, como una decoración bonsái en las manos inquietas de ese alumno que chupaba con suavidad caramelos rojos.

- ¿No le dirá nada? - insistí -. Ese olor a marihuana es bien fuerte.
- ¿Qué le puedo decir? - se lamentaba Sambucetti - ¿Dirá algo el reglamento del alumno?

No le respondí. Tampoco, le diríamos nada: Al rato, me acerqué al grupo del joven referido y, al saludar a cada uno de ellos, el de la Canada Dry me sonrió estúpidamente. 

- ¿Profesor?
- ¿Sí?
- ¿Usted cree que, si la próxima semana traigo una constancia médica, el otro profe me deje salir temprano de clase?

Puede ser.

                                                             Epílogo    
Acabada mis horas de trabajo, empecé a perderme por los pasillos de esta universidad privada. Subí a la sala de profesores, me serví una taza de café caliente, y, sin mucho esfuerzo, empecé a pensar en esa aula. Me lamenté por varios minutos y es que, en realidad, no quise dejar a Sambucetti solo, aunque, sí, sentí temor. ¿Y Si se descontrolaba? ¿Si empezaba a gritar, desaforado, por pastillas, caramelos, latas de Canada Dry y por estar encerrado en esa aula de mierda? Bebí con rapidez el café sin azúcar y estaba mortificado: tenía que regresar la próxima semana a ese salón y estar listo para continuar corrigiendo más exámenes. "Ojalá Sambucetti le dé permiso para que vaya a su psiquiatra", pensaba, mientras, a lo lejos, Mr. Olvidado me hacía adiositos. Fatigado por las horas que todavía debía cumplir, decidí descansar en aquellos cómodos sofás por ese merecido par de horas de interludio. Mr. Olvidado me hacía más adiositos. ¿A qué sabrá la Canada Dry? ("A piña, amorcito", me diría por la noche mi esposa).

- Douglas, sé qué tienes horas libres dentro de unos minutos.
- Sí, ¿y? - pregunté fastidiado.
- Sabes, me siento un poco mal. ¿Podrías reemplazarme? -me preguntó, mientras se reía estúpidamente.

Más cerca: ese olor, esos ojos, esos dedos amarillentos, y a Mr. Olvidado solo le faltaba la Canada Dry.

                                                
                                                
















sábado, 15 de diciembre de 2012

La sordera




Terminé la charla y Halcón seguía mirando su laptop.
- ¿Alguna pregunta? -dijo, sin mirar a nadie, breve y con mueca de enojo.
Años atrás, de manera imprevista, me señaló con el dedo y tuve que responder.
-¿Sabes qué? -mirando a todos los alumnos-. Esa lectura que has hecho es errónea.
De la misma manera que en aquella oportunidad, ahora, quedé pensativo y mortificado, silente y reflexivo. Me acerqué a Halcón, qué pasó realmente, quien me miró con rudeza. "Trabaja", me dijo. "¿Leíste mis observaciones a tu ensayo?". Sí, por supuesto. "Trabaja, entonces". Le di la mano. Mis compañeros se acercaron a la salida, bromistas ellos, mientras Lenin hablaba. "Abarcaste mucho, camarada". De regreso a casa, el bus repleto, taxi en plena avenida.
Mi esposa me besa y me mira a los ojos: "¿Qué te pasa?".
-No sirvo para estas cosas.

La mañana siguiente, previo Xanax, me ofreció otras luces. Entré al aula y saludé a los alumnos entre el ruido propio de su edad y la llegada apurada del Normativo. Dejó los materiales sobre el pupitre y conversamos unos minutos. "Mira, hacemos esto, esto y terminamos la clase. Realmente, estoy cansado. La maestría en la universidad me tiene así, alterado". Empieza la sesión y los jóvenes se reúnen en grupos. Converso de cerca con ellos, observo sus errores más evidentes, intento explicarles, razonamos en conjunto. Una hora después, con los trabajos supuestamente culminados, el Normativo habló en plena clase. "Chicos, mañana tenemos evaluación. Quiero que traigan solo el diccionario. Nada de papeles innecesarios ni equipos electrónicos y...". Varios murmullos en el aula y el Normativo me mira fastidiado. "Chicos, mañana tenemos evaluación. Quiero que...". Al fondo, una rubilinda observa su dispositivo móvil y otros hablan sobre sus clases de notas y arpegios. "Chicos...". El Normativo me observa y respira. "Bueno, ya no les digo nada. Vean ustedes". El aula enmudece. Me llaman desde varios puntos y me acerco circunspecto. "Douglas, ¿qué dijo el profesor?". Les pedí que guardaran silencio. Minutos luego, desde otro lugar, una alumna trató de corregir al Normativo sobre todos los materiales para la evaluación. "¿Acaso estás sorda? ¿Acaso pedí eso?". La alumna guardó silencio, no miré ningún rostro y continué mi paseo alrededor de los pupitres. Al rato, almorzaba con el Normativo en el restaurante de la universidad. Abrí el táper que mi esposa me prepara para estas horas del día. Panes con pollo más manzanos. El Normativo se pidió arroz, puré, pollo y un vasito con gelatina roja. "Mira, Douglas, el problema de las ciencias sociales y humanas es que no nos escuchamos".

Llamada teléfonica tempranera. Lenin me pide que no me desmoralice. "Tu exposición sobre el Characato deberá ser mejor", le digo. "Ya mandé el correo sobre las lecturas. Halcón es así: una mierda cuando quiere serlo". Por los pasillos del Posgrado, después del curso del Ensayista, conversé unos minutos con mis amigos y les comenté que la oficina estaba repartiendo el carné universitario. Prometieron libros, links, un mejor seguimiento de mi próximo ensayo. Camino con Lenin hacia el paradero del bus y trató de animarme. "Sinceramente, si me quiere reprobar, que lo rehaga". Mi compañero sonríe y me cuenta sus planes para su exposición del martes. "Suerte", le digo, sin prestarle mucha atención, y me detengo en el paradero. Es hora de regresar a casa. "Pisadazo", me grita mientras me despido.

Con Kika, fue otra la experiencia. Reunidos ya todos los alumnos (las clases tempraneras y la puntualidad son contradictorias), la profesora decidió interrogarlos desde sus pupitres. No solo no habían cumplido con presentar las tareas asignadas, sino que nadie había revisado las lecturas para ese día. "Pérez, ¿qué nos dice la primera fuente?". "Este, la fuente, acá dice que...". "La fuente, hijito, la fuente. ¿Estás en clase". A su lado, la Hipocondríaca levanta la mano varios veces. "Profesora, profesora...". Los alumnos respondían ante cada caminata de Kika. "Estoy esperando que me digas, alumna Kanashiro... ¿Hasta qué hora espero?". Durante toda una mañana, después de clases, Kika y yo conversamos en un cafetín sobre su vida familiar, su futuro bebé y lo preocupada que estaba por esta sección que le había tocado. "Algunos casos clínicos", dijo, y no creo que me lo haya dicho a mí. "Palacios, ¿tienes ya la respuesta?". Conversé con los alumnos y les pedí que revisaran con mayor calma las lecturas dejadas para hoy. La Hipocondríaca respondía, un poco confusa y apresurada. Kika apuntó en un cuaderno y continuó preguntando a los estudiantes de las últimas carpetas. Silencio y algunas frases mal organizadas. "Gracias", respondió, y regresó a su pupitre. "Douglas, por favor, puedes explicar ese punto a los chicos". Mientras me acercaba a la pizarra, la Hipocondríaca levantó la mano y trató de responder. Kika seguía mirando el monitor de la computadora. Llegué con mucha cautela al frente de todos y cogí los coloridos plumones. "Profesora, yo puedo responder...". Kika se levantó y caminó hacia el tacho de basura. Arrojó plumones gastados, papeles inservibles, empaquetaduras de golosinas. A lo lejos, debía ya empezar con las explicaciones, aunque la Hipocondríaca seguía con la mano levantada. "Esa chica quiere ser siempre el centro de atención cada vez que se le antoja. Se desmaya, hay que levantarle las piernas, sus amigas gritan", recordaba que me había dicho Kika ese día en el cafetín. "Profesora, usted no me hace caso". "No eres la única en esta clase". Salimos del aula, caminamos al cafetín y, cerca a la pileta, me confesó estar agotada.

A los días, la Panóptica la citó a su oficina. Una alumna, flacucha, repitente, con acné, se había quejado. A los días, desde la ventana del bus, un par de monjas continuaban conversando mientras un anciano les pedía unas monedas.

Día martes: salí tarde de casa, una repentina gripe de mi esposa, y llegué a la universidad cuando Lenin ya exponía. Halcón lo observaba hablar sobre el Characato. "Y aquí tengo unas notas hechas por una crítica de Brasil...". Miraba a Halcón. Jugaba con un bultito naranja, se acomodaba con cierto fastidio en su asiento. Si bien siempre había sido obeso, ahora lo era más. Demasiada Coca Cola, mucho alfajor.Observé a este y a su pequeña laptop. Lenin con sus ojos pequeños, diminutos, minúsculos, perdidos en esos lentes negros. "Y ya acabo, por favor", hizo una broma. Halcón de piedra, pensé. Tomábamos apuntes y tratamos de seguir el ritmo barroco de Lenin sobre el Characato. Finalizó, por fin. "¿Alguna pregunta?", dijo el Halcón, mientras recogía sus papeles dispersos sobre el pupitre. Y sin esperar nada, "volvemos en 15 minutos para las dos últimas exposiciones". Lenin se acercó al grupo, nos preguntó a cada momento "qué tal, qué tal", y todos les decíamos "bien, bien", y hasta el Tenista le dijo "lo que pasa es que tú quieres que te digamos 5 estrellas". Salí al pasillo, compré un libro en la librería de la facultad y regresé. Al rato, KT expuso sobre el Intelectual Barato. Más palabras, más palabras, revisiones, citas, comparaciones, colaciones, síntesis, apuntes, papeles llenos de notas, y el rostro de Halcón, quien jugaba con un bultito naranja, se acomodaba con cierto fastidio en su asiento. Si bien siempre había sido obeso, ahora lo era más. Demasiada Coca Cola, mucho alfajor... Finalizó KT y "¿Alguna pregunta", dijo Halcón. Sin esperar a nadie, le dijo al Aymara: "Lamentablemente, te toca apenas unos minutos de exposición". El Aymara habló para él, para Halcón, y Halcón lo felicitó. Casi unos pocos minutos. "Tu exposición ha sido buena. No como las otras, que, verdaderamente, han estado muy mal".

Luego de un silencio inusual, Lenin levantó la mano, le interrogó, le espetó, le cuestionó sus criterios. 

- Yo acá soy el profesor -le dijo, y dio por concluida la clase.
- Halcón conchadesumadre - soltó Lenin, a medida que lo veíamos alejarse casi jorobado, adusto.

De regreso a casa, por más que le insistí sobre el carné universitario, el cobrador no me dio vuelto.



lunes, 16 de enero de 2012

Música peruana de todos los tiempos: sus 10 canciones más huachafas


Dicen que el arte no tiene valores objetivos. Imposible determinar en qué nivel puede dañar al ser humano. ¿Orgánico, psíquico? Además, está el factor tiempo. Muchos productos artísticos tuvieron la mala suerte de ser reconocidos tardíamente, y viceversa. Sucede, también, que obras de arte se volvieron verdaderas antiguallas con el pasar de los años. O sea, crea una auténtica basura y verás a halagüeños y detractores por doquier. No importa: solo la axiología y el tiempo tendrán la razón. La prueba contundente que, a diferencia del caldo de gallina con salmonella o el cólera, no se sabe con certeza la magnitud de salud o daño que puede hacernos una canción, una pintura, una novela, una película, etc. A nivel cerebral, sí; posiblemente. Nuestra música peruana, no solo el rock (marco distancias), ha tenido verdaderas proezas respecto a un subgénero que merece su lugar en este humilde blog. Canciones absurdas, ridículas, grandilocuentes, conscientes, alborotadas; no necesariamente malas, pues no creo que haya sido su intención perennizar sus productos como joyas artísticas. Productos solo para licenciosos. Música que no tiene tiempo; que apareció en su momento, que nadie les paró mucha bola, pero que se introdujeron en el imaginario nacional, al punto que cualquiera la reconoce y la disfruta, pero casi todos simulan rechazarla. Letras repetitivas, intérpretes deplorables, ritmos pegajosos, etc. No sé. Acá las llamo "huachafas", y serían sus diez más importantes. 

¿Un champancito, hermanito?

 10. El HUAYNETÓN

Había oído rumores, pero no pensé, sinceramente, a alguien capaz de crear esta mezcla. Un auténtico engendro.



09. EL PERREO CHACALONERO
Un ejemplo contundente que nuestra música y nuestros valores pueden, aún, caer más bajo de lo que a veces suele caer. Con la voz del inefable "Chacalón Jr.", y acompañado de una coreografía que demuestra el poco respeto a la dignidad humana, el vídeo de marras.



08. LA ARRECHAZADA
Verdaderamente, este ranking me está costando más de lo que pensé. Para todos ustedes, el ejemplo viviente de la vulgaridad, ridiculez, brutalidad (y publicidad a la mala). Nuestra excongresista:



07. EL GRINGO ATRASADOR
No veo la serie, no tengo pensado jamás, pero sí que este vídeo merece este lugar. Con ese bailecito, definitivamente, me terminó de convencer.



06. LA BULLA
Los Sangre Púrpura siempre me sorprenden. Del rock estrafalario a la cumbia gaucha, estos tíos dejan su huella. En el bajo: Roger del Águila. "¿O sea que tú eres un bacán ...?



05. USA UN CONDÓN
Miki González; solo debemos recordar lo que hiciste en los 80 y ahora, que estás en la moda electrónica. Pero de los 90', carajo, hasta le hiciste coreografía a una canción llamada "El mar". Sin embargo, esta canción está para que te recuerdes que nadie es infalible.



04. CON SU HUEVO Y SU PAPA
Recontra, súper, archi, pastruleada de JOTACHE, baterista de los JAS. Sinceramente, quien se muestre indiferente ante este tema, no es del planeta.



03. YO FUI LORNA
Era necesario. Ni en las mejores ni en las peores. Los NSQ y NSC merecen un estado intermedio, irregular, pues cada canción está hecha a propósito. Los creadores del Chongo Rock y esta canción irresistible.




02. LA PITUCA
Toda la producción musical (¿?) de Tongo es huachafa; sin embargo, esta canción inauguró su sinuosa, grasosa y resinosa carrera actual, al punto que varias empresas lo solicitan como imagen corporativa. Cerramos el quiosco.



01. EL CARAMELO
Todas las palmas para esta canción, la más chuchumecona que se puede encontrar en el variopinto muestrario de rarezas musicales. Exagerada, simplona, kitsch, etc., esta canción de la ex de Mick Jagger tiene de todo. Absolutamente de todo. Impagable la escena de los "efebos" (que más parecen estilistas de barrio) añorando a la "Madre de todas las vedettes". Así, así....




Hay más canciones, por supuesto: "Salud con Pisco", del grupo Río; "Es mi Perú", de los We All Together; "Domitila", de Gianmarco; etc., uffff, es demasiado.

-1. VIEJO VERDE
Quién como Rafo Raez para ser incluido como Bonus Track. Hasta ahora escucho la canción y no la entiendo ni papa. Solo: "Tomar tu piel con mi cuerpo de salitre, tomar tu miel con mi lengua de cacique..."








miércoles, 7 de diciembre de 2011

Música peruana de todos los tiempos: sus 10 mejores canciones de rock (Actualizado)



Este post está dedicado a la memoria de
Miguel Tapia, cantante del grupo Dudó

Luego de un tiempo de reflexión y búsqueda, después de las apremiantes labores y quejas, y respondiendo a uno de los comentarios finales del post anterior, he decidido, tamaña audacia, registrar una nueva lista. Sin embargo, tal y como sucedió en el post referido, el tema se advierte nuevamente picante, pues como se devela en el título líneas arriba, he decidido internarme en los registros del reverso subversivo de nuestro rock: los mejores. Aun así, el peligro siempre vive. Una selección siempre tendrá olvidados y mentados injustos. Nada repliqué, por cierto, a los varios que me preguntaron, indignados y risueños, de por qué rayos Daniel F y otros (Chabelos o TK, por ejemplo) estaban ahí, en ese pretencioso ranking. Sinceramente, la lista era solo de diez más bonus track, y resultó imposible meter a todos en ese pequeño y ajustado saco. Por supuesto que olvidé canciones de otras bandas (Adammo no entraría jamás a la historia del rock peruano, no se lo merece): Feiser, Los NsQ y NsC, 6 Voltios... pero, en fin, era una lista mínima, así que escogí las que me causaban especial repulsión (sin embargo, a modo de guilty pleasure, admito que a "Frígida", de los Sangre Púrpura, le agarré camote).

Ahora bien, como todo tiene su reverso subversivo, y para incidir que nuestro rock nativo tiene también pequeñas joyas en su catálogo, es necesario indicar, con cuidado, dónde se podrían hallar sus canciones más significativas. Por cierto, y aspecto involuntariamente omitido en el post anterior, hay que prescribir: ni baladas, en lo posible no solistas, y de ningún modo grupos prefabricados (sino, incluiría a Gianmarco, Torbellino, Anna Carina, Hexágono, las hermanas Cayo, Jean Paul Strauss, Samir, etc.). Luego, por si acaso otra vez, insisto que es una lista antojadiza, con todas las observaciones y valoraciones que cualquiera puede mencionar. Para su elaboración, apelé a la nostalgia, a su repercusión mediática, a charlas y comentarios de entendidos, a que pertenezcan a bandas que hayan sido constantes en la escena (nada de bandas one-hit-wonder) y a mi singular gusto rockero. A veces es difícil esta tarea, pues quedan marginados; sin embargo, si pudiera llevarme una grabadora (o un ipod) a una isla, con las diez mejores canciones de nuestro rock, estas serían las siguientes:

10.
Grabado íntegramente en USA, uno de los primeros en ser producido en formato CD en la escena local, el videoclip más caro de la historia del rock peruano, Ramón Stagnaro en la guitarra y Jeff Porcaro, de Toto, en la batería. ¿Qué más circunstancias se le puede pedir a esta canción? Fahed Mitre, en su faceta de rockero y no de empresario de discotecas mata-pitucos, siempre tuvo una especial preocupación por la calidad de su música, al punto de llamar a los mejores instrumentistas, inclusive del mundo, para la producción de sus discos. Para el segundo, TODA LA VERDAD (1990), donde se incluye este corte, Álex Acuña, Miguel Figueroa, Ramón Stagnaro y (gracias a la mediación de Luis Miguel, quien grababa en una sala contigua al de Fahed) el mismísimo batero de Toto, Jeff Porcaro, estuvieron incluidos, lo que resultó en un espectacular sonido, inusual en la escena rock de esos años, intoxicada de paquetazos y terrucos. "Toda la verdad", el primer corte de este disco, posee notables arreglos en el riff intro (a lo Poison), dos estupendos solos de guitarra de Ramón Stagnaro (tapping a lo Van Halen), así como los arreglos de Porcaro. Por cierto, este track tuvo un videoclip promocional que se cuenta como el más caro de la música peruana hasta ahora. Lamentablemente, es inubicable, pero recuerdo los escenarios de la Estación Desamparados y a Cecilia Tait (nuestra voleibolista y ahora congresista) fungiendo de modelo de pasarela.




09.
El nombre se lo apropiaron del "Matilda mother", de los "Pink Floyd". Al productor se lo jalaron de "La liga del sueño". El estilo electrónico, tecnopop, tenía una poderosa influencia de los ingleses "Republica". ¿Y? Los "Madre Matilda" lograron incluir varios singles en las radios limeñas, allá a principios del año 2000, con su CÍRCULOS, su segundo y más prestigioso álbum (y el último también, pues el éxito marea). Jorge "Pelo" Madueño les produjo el disco y se los mezcló en Chile, a la vez que "Sin llorar", lanzado para su promoción en 2001, se apoderaba de los charts y mostraba la peculiar y frágil voz de Pierina Less, entre samplers e historias de amores contradictorios, una auténtica rareza dentro del circuito de cantantes jóvenes limeñas. Electropop estupendo, con variadas secuencias de sintetizadores y riffs muy a lo "Garbage" y "Cardigans", además del cuidado de las letras y la línea melódica, incluyó un vistoso videoclip. Eddy Romero, su director, le da también mayor valor al canción, pues permite un inusual contraste entre su colorido y su contenido esquizofrénico.



08.
Diego Bertie no solo es el actor, modelo y gay discreto conocido en el show business limeño. En el lejano 1986 de Alan García, Diego era también estudiante de administración en la del Pacífico y pugnaba por ser actor de teatro. Sin embargo, tenía una afición más mediática: cantante de rock. Con sus amigos universitarios recontrapitucazos formaron "Imágenes" y, para qué, como un sincero y apasionado pasatiempo, la rompieron. Telonearon a los Hombres G en 1987 y sacaron algunos sencillos súper exitosos (discos de vinilo de 45", o sea, una canción por lado), uno de ellos llamado "Caras nuevas" en junio de 1988. La canción, un potente pop rock con arreglos a lo Billy Idol, demuestra que Bertie no era solo pinta: el tío tenía voz, a la vez que la melodía y letra de "Imágenes" no eran compuestas de un día para otro. "Caras nuevas" confundía su efectiva línea melódica con los padecimientos existenciales de la juventud. "Me como un cable", dice en un momento.



07.
Los recuerdo como los abuelos fresa de la generación rocker perucha. Nada de "Saicos" o similares. Nada de estridencia, sino lírica romántica, voz engolada y acordes sencillos. Banda que ha derivado en diversos proyectos con casi sus mismos integrantes (Laghonia, The New Jougler Sound, Duwetto, etc.) y tener la fama de tocar solo covers, los "We All Together" se cimentaron con canciones ajenas y en inglés. Sin embargo, hay que ser sinceros. Sus canciones en castellano fueron excelentes. ¿Por qué no le dieron más punche a esa tendencia? No se sabe; lo único que sé es que, personalmente, realizaron el mejor soft-rock de nuestra música y "Estaba en el sol" es un ejemplo contundente. Compuesta por Félix Varvarande (tecladista de la banda) y su esposa Sandra Eyzaguirre para el álbum "1990: la década", amén del bajo del finado Ernesto Samamé y la voz del paulmccartiano Carlos Guerrero, la narración evoca a los paisajes triste de la infancia.



06.
El rock no solo estuvo en Lima, por si acaso. Por insólito y hasta sospechoso, allá, en el año de 1969 o 1970, en la querida Huancayo, un grupo de jovenzuelos decidieron reunirse y formar una banda de rock con el curioso nombre de "La V Rebelión" (vaya a saber por qué). No los había escuchado jamás (ni siquiera conozco sus nombres y casi no hay referencia en internet, salvo el blog: heduardo-rockperuano.blogspot.com) sin embargo, hace como diez años, un amigo me pasó una antología del rock peruano y ya, entre todos los habituales ("Río", "Arena Hash", etc.), estaba esta pequeña joya de riffs agresivos y letras dolientes: "El amor solo es una palabra". Y si bien sé ahora que es un cover ("Yasgur's Farm", de Mountaine), la versión de "La V Rebelión" es, de lejos, superior. ¿Por qué Rossy War, Chacalón Jr. y Toño Centella han hecho su versión de "El amor es solo una palabra" y no una banda de rock peruana? Más dudas.


05.
"Extraños" fue el lado B de un disco de 45", editado por Delta Discos en 1987, bajo la supervisión de Manuel Garrido Lecca (papá de los Arena Hash), para la banda de Miguel Tapia: "Dudó". Sin embargo, la versión que llegaría a la tele y a nuestros oídos se realizaría en 1988, con nuevos arreglos y sonidos, para su primer LP, llamado simplemente "Dudó". El videoclip, una proeza para la época, como lo indica el blog http://rockasvivas.blogspot.com, fue financiado por Pepsi y elaborado por el fenecido Canal 33 UHF, para el lucimiento de estos chicos que, con un pop fresco y letras irónicas, prometían. (La muerte se llevó a su guitarrista Rubén Rojas y la banda ya no fue lo mismo). Queda "Extraños", tal vez el mejor tema del rock peruano de los 80, como huella.


04.
"A mí me pifian, pero a Gianmarco sí le chupan la pinga", dijo Cachuca, enfurecido y vulgar, a la vez que el público le pedía por segunda vez "Triciclo Perú" y este se negaba. Segundos de silencio y, sin indicar nada a Martín Choy (guitarrista principal quien, tras las habituales borracheras de Cachuca, se marchó de "Los Mojarras" con media banda para formar "La Sarita") espetó otra vez al respetable: "¡Papá Chacalón, carajo!", y los acordes de una de las mejores canciones que se ha hecho en la escena estremecían el AgustiRock. Mezcla de chicha forajida, de rock sucio, de cerro, directamente influida por la guitarra de La Nueva Crema, con la temible y sísmica voz de Hernán Condori, la representación del más auténtico rock urbano, el combo "Los Mojarras" presentó su tercer álbum (con Wicho García como ingeniero de sonido) con un inigualable primer track homónimo: "Ópera salvaje para tribus urbanas".

(No pude conseguir un videoclip decente y solo me acogí a este, donde Cachuca sale junto a una tira de payasos inefables; recordemos que es el "Chino" Choy quien se mete solito todos los solos de guitarra, apoyado en el bajo por Óscar Rivera y en la percusión por Juan Carlos Franco).

03
Hasta que "Wicho" García lo consiguió. Reconozco que jamás me agradó "Mar de Copas" y ese pop rock íbero muy "La Mode", muy "música de fogata", muy "de flacas". Peor aún con "Mujer Noche", canción que, creo, obtiene lo peor de las posibilidades vocales de "Wicho". Así las cosas, pasé los 90 burlándome de la gente que gustaba de sus canciones (universitarios pretenciosos, flacas nices, la gentita snob limeña), pero reconozco a "Suna" como un loable tour de force que la banda hace en 1999. Segundo track del álbum homónimo, presenta la voz de Wicho con entrañable fuerza, sentida, manteniendo el tono nostálgico-depresivo de sus letras aderezado con guitarras potentes, rockeras, un sonido eficaz que se lleva de lejos lo mejor que hizo MdC a fines del siglo anterior. Compuesta por "Toto" Leverone, "Manolo" Barrios y César Zamalloa, "Suna" cuenta también con un estupendo videoclip animado, que rotó por los canales de música local.


02
Frágil no es ni será solo "Avenida Larco" (canción que, por cierto, jamás he soportado). Jurásicos, recorridos, la banda de Dulude y Tavo tiene, en el mismo primer álbum (1980), como tercer track, una auténtica joya: "Mundo raro". Rock del tipo "confort y música para volar", muy Pink Floyd, de una sutil crítica a lo posmoderno, merece el segundo puesto en este humilde ranking de este humilde blog.

Ficha técnica:
Letra y música: Andrés Dulude
Arreglos: Frágil
Andrés Dulude: 1era. voz y coros
Octavio Castillo: Violines, Korg y guitarra steel
Arturo Creamer: Batería y percusión
César Bustamante: Bajo
Luis Valderrama: 1era. guitarra y guitarra de 12 cuerdas.


01.
"Una luz, un instante", dice la canción del ex Duncan Dhu, Diego Vasallo. Así se puede definir también el torbellino que significó en la escena local la irrupción de los "Electro Z", pues con un solo disco, ELECTRO Z (1999) (que se dice, regalaron a sus fans, para arrancarse luego a los Yunaites), le pusieron ropa sofisticada al rock lorcho. De ahí proviene su track 13, "En ficción", que rotó y rotó en el fenecido "Distorsión" de Pedro Cornejo, gracias al extraordinario vídeo que se hizo para su difusión. Inclasificable, totalmente inusual en la escena local, de lírica que apelaba a lo sensorial, a imágenes más que a un sentido concreto, de sonidos agresivos e infantiles, la banda de Luis Salgado, Jennifer Cornejo y Carlos García fue fundacional. "Vamos a tomar una foto...".



Bonus track
Jorge Baglietto y Víctor Barrientos eran peruanos, pero se conocieron en Estados Unidos, tal vez a mediados de 1985. Uno era un estupendo cantante de baladas y el otro, un talentoso músico del Conservatorio Nacional que quería hacer rock. El resultado: "Autocontrol", junto con destacados músicos norteamericanos. Un par de años y sacarían "Sueños", de donde proviene la canción pop rock de mejor interpretación de nuestra historia: "Por tu amor". Baglietto es el mejor intérprete que tiene nuestra escena y en esa canción lo demuestra a cada instante.


...

Espero comentarios.


miércoles, 19 de octubre de 2011

Música peruana de todos los tiempos: sus 10 peores canciones de rock



La música rock, de aquí y de acullá, en inglés o castellano, europeo o americano, nacional o importado, frenético o ansiolítico, ha marcado fuertemente enormes y diversas porciones de mi vida adolescente y adulta, como seguramente también la de muchos de los que ahora sobreviven a los avatares de esta era posmoderna. Desde el hogar, el colegio, la universidad y, para bien o mal, el trabajo, este estilo, concebido a mediados de la década del 50 del siglo anterior por las caderas torcidas de Presley y su reinvención beatle, no solo ha ido evolucionando a través de sus tan disímiles propuestas melódicas y líricas, sino que ha ido perfeccionándose y adaptándose a las realidades más inusuales y distantes; sujeto, como todo arte, a significar "algo" sobre los escenarios en los cuales emerge. Sin embargo, y para felicidad realizada de muchos, más allá de estas virtudes, no pretendo exponer ninguna tesis sobre esta cualidad, menos todavía internarme en algún periodo específico de su realización y, peor aún, hacer un relicario de todas esas canciones que hacen de mi vida un soundtrack llevadero. Una breve reflexión sobre la importancia de este género no es inútil. En todo caso, sí considero -ahora que transcurro varias horas en el autobús por toda Vía de Evitamiento (no, no tengo para un ipod)- que debo zanjar, de una vez por todas, antes que me asfixie Bizancio, por el temor que la pereza venza, como toda deuda ética que mis escrúpulos me ordenan, a responder y a señalar (nombres y apellidos) a todas esas canciones homicidas del género. Como dice Nick Hornby, a todas esas canciones y bandas de rock que morirán cuando llegue la revolución musical.

Y como fue la canción "La Bulla", de los Sangre Púrpura, el disparador de este post de interludio, comienzo con el rock nativo. A ver qué sale.

Con ustedes, las 10 peores canciones del rock peruano de este y todos los tiempos.

Puesto 10:
Sobre Pedrito tengo sentimientos contrarios. Si bien ha compuesto algunas canciones de estupenda factura pese a su sencillez ("Pasear en bicicleta" o "Tambaleando") ha cometido también los peores atentados que deben ser registrados, sí o sí, en los cuadernos de bitácora de la historia del rock peruano. Estuvo en el sorteo "La niña bella" y "Sé que todo ha acabado ya", pero esta canción merece, "Amazonas", de todas maneras, estar en la lista de las peores. Ya Pedrito, ya sabemos que estás preocupado por el medio ambiente.


Puesto 9:
Aunque muchos me dijeron que "no", que "ese es el swin' de esa banda", que suelen poner en sus canciones "poesía" como escuchar diez veces en una misma estrofa "pinga, trola, pichulón, la wasa...", me fue irresistible colocar aquí esta versión Kitsch. Así que, de todas maneras, va a la lista, pues con Ciccia y Galliani nunca se sabe...


Puesto 8:
Así como me resultan un poco incómodas las letras irónicas, burlonas, "chongueras", vomito también, con mucho placer, cuando me ponen canciones "inteligentes" (si Arjona hubiera sido peruano, toda esta lista estaría compuesta por sus canciones). Sí Daniel, necesitamos que te metas un balazo cada vez que cantas...


Puesto 7:
El acomplejado de Bonilla, o como se llame, y su dejo argentino, cantando esta canción, homenaje a la "Pachanga Rock" originario del país porteño. Con su combo "Afrodisíaco" apareció con un par de canciones más y de ahí desaparecieron, refugiándose luego en discotecas del Cono Norte para interpretar las dos canciones que los alumbraban y hacer covers de Los fabulosos cadillacs, Los auténticos decadentes y Los Pericos. "Qué rico pavito..."; pavazo serás.


Puesto 6:
Cuando TK se desintegró, pues se marcharon Dieguito Dibós y los otros integrantes, respiré tranquilo. Una banda mediocre menos. Sin embargo, a los meses nomás, me enteré que había uno, uno solo, que no se quiso ir: con Emilio Pérez ahora en la voz, volvieron con el mismo nombre, con otros integrantes (entre los que estaba un locutor atolondrado de radio) y con la misma ridícula pretensión: "Su propuesta musical se desarrolla en un plano conceptual, el cual se traduce en la lírica, lo artístico y lo abstracto. Todos los integrantes son compositores, lo que garantiza que se reinventen a lo largo de su carrera", dice en la presentación de su página web. Queda su "Inminente conjunción" y su "Lapicero de cuero, papel de cemento, llaves sin forma...", como prueba. Adiós Beatles, cuidado Radiohead.


Puesto 5:
Por "Carol quiere un viaje a Londres", "Al norte de América" y una última que sale en una sesuda serie peruana, a Río le caído escupitajos y mocos de todo color y consistencia. Bien merecido se lo tienen. Y aunque tienen canciones que han sabido meterse en el recuerdo popular de los 80' ("Lo peor de todo" o "Todo estaba bien") hay una canción que no he podido olvidar, pues demuestra que nuestros rockeros tienen tanta sensibilidad social que no les importa arruinar una canción con tal que el mensaje sea escuchado... Con ustedes, a pedido del entonces ministro de salud del primer gobierno de Alan García:


Puesto 4:
Hasta ahora todos reclaman su regreso; sin embargo, si este es un ensayo de lo que podría suceder si vuelven a reencontrarse, mejor que sigan de lejitos. Si bien Pedrito Suárez ha sabido mantenerse en el negocio, Christian Mierd... digo, Meier, hace rato que se retiró, pese a que (personalmente) hizo mejores cosas musicalmente que su excompañero de banda. Con ustedes: "Ahh ahhh ahhhhahhahh... esa sí es una mujer..." (qué guitarra para horrenda).


Puesto 3:
Sangre Púrpura merece un post aparte y completo. Fácilmente, con el conjunto total de su "obra", se podría hacer toda una lista de las peores canciones del rock peruano. Temas como "Qué te pasa Javier", "La bulla", "Profesor Profesor", y su cóver de Vilma Palma, pudieron estar aquí, en este post, y creo que nadie se hubiera quejado y hasta hubieran aplaudido. Para mal, he tratado de ser democrático y solo brindarle la oportunidad a esta canción, tan mala como las anteriores, pero con un aditivo sabroso y de guilty pleasure: el vídeo está dirigido por Juan Carlos Ferrando (lo que la hace peor que las otras).


Puesto 2:
Hace años que no escuchaba esta canción y a esta banda, y rebosaba de alegría, pues creí que era el producto de algún trauma imaginario. Craso error: no solo la banda existió y sigue existiendo, sino que la canción esa que escuché hace años también "es". No comprendo cómo puede haber personas que gastan su tiempo en comprar instrumentos, invertir dinero, convocar a decenas de músicos, gastar en cámaras y luces, y finalmente exponerse con tremendo plomazo de canción. "Claveles y rocas"; mucho nombre para tan pobre muestra.


Puesto 1:
Merecedora indiscutible de este puesto, Julio Andrade no hace mucho esfuerzo para colocar su canción impopular más popular de nuestro querido escenario local en este pequeño y humilde blog. Con una letra que solía divertir a mis primitas de 3 años (por ahí se deduce el tipo de IQ al que estaba dirigida esta canción) y una trayectoria musical que apenas y respetará su familia más cercana, el también actor y miembro de la directiva de la APDAYC, pudo colocar algunas otras más: "Sara Hellen" y "Jugo de tamarindo"; sin embargo, esta canción, "Mi cuchi cuchi bum bum", quedó para la historia y para el post gracias al "¡Uta qué rico!".



Bonus Track:
La Banda Azul no tenía nombre hasta antes de 1986, al punto que se llamaban solo No Name; sin embargo, a principios de ese año, invitan a Wicho García (ex Narcosis y ahora de Mar de Copas) para ser parte de sus filas. Así, con la producción de Manuel Garrido Lecca y la participación de Nina Mutal, editan en 1987 "Cuestión de lugar", donde se puede ubicar esta canción. Extraña, inusual, ridícula, la voz de "Pronóstico reservado" le pertenece al mismo Wicho García y no al cantante que sale en el vídeo. Curiosamente, en el mismo sale Nina Mutal y el propio Wicho, quien funge de curita alborotado. Qué recuerdos, qué idiotez.



Nota: obviamente, si alguien desea comentar, tiene el pleno derecho de estar a favor o quejarse de mis gustos estrictamente personales y, como no, proponer sus propias canciones. Por otro lado, y honestamente, hay más canciones que hubiera querido poner, pero solo se pudieron colocar diez. Ojalá y opinen.




sábado, 9 de julio de 2011

¡Hey, Douglas Rubio!


I
Una noche, viernes precisamente, luego de un día docente, me encontré al Teatrero durante una reunión informal en el conocido restaurante-bar Don Lucho, epicentro común de universitarios, intelectuales vedettes, bohemios desesperanzados, y poetas que jamás lograrán publicar sus diminutos versos. Entró sin prisa, acompañado de un hombre bastante mayor, se acomodaron en una de las últimas mesas del bar y pidieron cervezas. Mientras, a mi lado, el Villarreilino, expectante de acabar su dilatada carrera literaria, un profesor de su misma universidad, y un cineasta discreto, quienes cuestionaban con ardor las últimas elecciones presidenciales.

- Mira, es el Teatrero -me dijo el Villarreilino, de pronto-. Pásale la voz.

No hubo necesidad. A lontananza, el todavía profesor de Trilce se acercó de a pocos, mientras hacía escala en otras mesas y departía otros tragos, casi sin ánimo. Finalmente, ancló en la nuestra.

- ¡Hey, Douglas! -dijo, intentando ser cordial-. Qué dice la vida.

La primera vez que vi al Teatrero fue como juez. Circunspecto, inflexible, de voz impenitente: "¿Qué es la posmodernidad?"; "¿Te respondo en fácil o en difícil?", le pregunté con ironía, mientras la plana de Literatura de Trilce permanecía callada durante mi evaluación. "En fácil, pues", respondió, quitándose los lentes intelectuales. Luego, y con los meses transcurridos hasta hoy, aquella presencia se volvió irreconocible. ¿Qué había pasado con el Teatrero?

- Bueno, sabes que me renunciaron de Trilce.
- Sí, me enteré. Sabes -continuó, tosiendo por el humo del cigarro- yo también me voy de esa huevada.

Bebió un par de copas y, así como rápido apareció, se marchó, aunque esta vez feliz, convencido, embutido por el nuevo lote de poetas y pintores vedettes que acababan de llegar al Don Lucho. Luego, una moneda en la rockola y minutos de música que hablaban de amores rotos y sujetos a quienes han echado de sus casas. "Yo también me voy de esa huevada", volví a pensar, entre los vasos bebidos y las palabras del profesor de literatura, rendido ante el placer de enseñar un curso de literatura a literatos. Caminé al baño con una ligera cojera y observé en el espejo los meses ojerosos. El Teatrero no es el Teatrero aquí. Aquí deja de lado al histriónico y es apenas la simple carne y trozos de huesos, mente y baba, del estudiante de último año de pregrado en San Marcos, especializado en hablar de estudios culturales.

"Chicos, yo me voy retirando de Trilce. Más bien, y esto les confirmará la Dirección, la próxima semana llegará un nuevo profesor o profesora de literatura, y yo...". Esperaba un no se vaya, quédese, pero -luego de mirarse los unos a los otros- muchos pidieron al Teatrero, ese que apaga la luz a carcajadas, que enciende una radio con música gutural, que agita los brazos y hace muecas, a la vez que los alumnos lo señalan y se ríen.

Salí del baño y por allí rondaba míster Copé. Confundido, con un vaso en la mano y chalina que dejaba ver un par de labios resecos, me abordó con esa voz amanerada de miraflorino.

- ¡Hey, Douglas! - insistió.
- Hola.

A la manera de extraños en un tren, llegamos a una mesa donde le aguardaba una estudiante de literatura y conversamos, entre la premura del tiempo y el ruido de Abanto Morales, sobre mi nueva experiencia universitaria. "Mira, esa es una empresa. ¿Qué vas a investigar ahí? Voy, doy mi conocimiento y me pagan; y encima, no hay mucho que hacer. Debes aprender a poner cara de huevón, interés y seriedad, nada más". Nos despedimos, beso a la cándida universitaria, y di cuenta de varias llamadas perdidas de mi teléfono celular. Era el Rojo.

II

Sábado. Once de la noche. Mi novia se arreglaba el cabello largo y Santiago, mi gato, la observaba impasible desde la cubierta del televisor. Mortificada, se acomodaba el vestido negro y ceñido, mientras me arrojaba el periódico del día, la almohada y lapiceros.

- Eres un imbécil -me increpó-. Ya lo habías prometido.

Observaba el techo de mi dormitorio y solo oía, de a pocos, la suave pero constante llovizna que caía esa noche en Lima. La ventana transparente y decenas de niños jugando fútbol. Solo la luz de los postes permanecía extraviada y los ladridos de los perros se acercaban y presentaban los típicos ruidos del hambre. No, no quería. No; la cama, el colchón, la almohada, las sábanas, las mantas y las frazadas, las patas de madera, el televisor en technicolor y los adornos de ángeles fluían solitarios. No, no quería ir. El Padrino, el maíz dulce, el silencio de los muebles, los libros prestos a ser intervenidos. No, no quería ir.

- Está bien -respondí resignado. Caminé al ropero: un jean negro, una camisa gris, una corbata negra, decenas de monedas en el bolsillo y mi novia calzando sus tacones. Observé mi dormitorio por última vez y pensé lo triste que es dejar el líquido privado e íntimo del útero materno. "¿Tienes la tarjeta", "Sí"; "¿Tomaste la llave que estaba encima de la lap top?", "Sí"; "¿Llamaste a mi mamá y le dijiste que iremos sin ellos?", "Sí". "¿Sacaste al gato?", "Sí". "Sí". Antes de que mi novia llegara a vivir conmigo, mis medias apestaban, la cama era un torbellino matutino y mi dormitorio despedía un hedor que solía lidiar con perfumes y desodorantes de catálogo. Usualmente, mi madre solía gritarme y exclamaba, monda y lironda, la clase de hijo desordenado, impuntual e irresponsable en que me había convertido (pese a eso, me quiere mucho). Sin embargo, con la llegada de mi novia, las cosas mejoraron, al punto que ama a mi novia y me insiste sobre nuestra boda e hijos. Y si bien me vuelvo de a pocos un misántropo, y acudir a cumpleaños, matrimonios, reuniones de reencuentro, etc., se ha vuelto en actos que repudio en absoluto, por razones sencillas de deducir, fui incapaz de decirle "no" a mi novia esa tarde olvidable. "Amor, ¿iremos al quino de mi sobrina? Ya verás, irán Juan Carlos, Inés, años que no los ves; incluso una alumna tuya de la universidad esa donde enseñas. ¿No sabías que la Geraldine era tu alumna?".

Tomamos el taxi y llegamos temprano. Una mesa blanca, mozos solícitos, un parlanchín que hablaba y hablaba sobre las virtudes de la quinceañera frente al público. Saludamos a toda la familia de mi novia: tíos, primos, sobrinos, un profesor de razonamiento verbal que me invitó para enseñar en el colegio donde enseña ("Ya pe', cuándo bajas"), y la alumna esa de la que habló mi novia. Me saludó apenas y no me hizo caso. Me arrepentí de no haberla jalado.

Media hora luego, llegó la mamá de mi novia y sus hermanas. Siempre hablando las mismas rarezas: telenovelas, maquillajes, vestidos. A lo lejos, los mozos repartían jarras y platillos. Si bien pensaba que eso solucionaría las cosas, pues siempre es más llevadero recorrer el camino al Gólgota con un poco de cervezas, estaba bastante lejos de la razón. Era un "quino" evangélico; es decir, refrescos de coco en lugar de licor y Salmos en lugar de salsa de Óscar de León. "Debes aprender a poner cara de huevón, interés y seriedad, nada más", y bebía, mientras mi novia se perdía entre los danzarines de Salmos y lanzaba aleluyas. Solo deseaba estar en mi cama y contemplar a Al Pacino decir: "Estás fuera, Tom. No eres un consiglieri de guerra".

-¿Por qué no me dijiste que tu sobrina también era evangélica?
- Se me fue, amor. La Geraldine te reconoció. Dice que tu curso era aburrido.

Al rato, llegaron Juan Carlos e Inés.

- ¡Hey, Douglas Rubio, estás irreconocible!


III

Paro de transportistas ese miércoles 13. Feliz, pues de vacaciones solo importaba mi horario. Leer blogs de cine, revisar antiguas redacciones, culminar proyectos breves, y jugar con Santiago en la cama pese a que mi novia lo detesta. Llegó la noche, y cuando todo parecía la tranquilidad oceánica, el Rojo volvió a llamar.

- ¿Listo, Camarada?
- ...

No había podido recordar la promesa que le había hecho semanas atrás, después de sus insistentes llamadas: ser presentador, por segunda vez, del Doctor de la Sorbona. Me había acercado la novela del "Doc" un mañana dominical, prometió que me enviaría la invitación, el lugar y la fecha, que también pagaría el taxi de ida y vuelta, etc.; y cuando intenté leer el primer capítulo, pensé que su educación en tierras europeas le habían servido un carajo. Finalmente, entendí que era del tipo de novelas "donde era el mono quien se había comido a la banana". Una basura, una absoluta porquería.

- Pero no enviaste el lugar ni la invitación, y yo...

No quería ir. Luego, recordé las veces que el Rojo me recomendó para varios trabajos de edición. No quería ir. Luego, pensé en las ocasiones que el Rojo me invitó a conferencias, ponencias y congresos literarios. No quería ir, pero allí estaba, diciéndole a mi novia que se comiera sola el maíz, camisa y pantalón blanco, y el taxi salvador. Al llegar al edificio donde se presentaría el libro, cientos de adolescentes llegaron junto conmigo al auditorio principal. Caminé despacio, observando que la mesa estaba ya lista y uno de los presentadores había comenzado con su discurso feliz y bla bla bla... Di un recorrido breve entre las sillas, jóvenes y ancianos agrupados, todos con la novela de marras en las manos, y el Rojo me miró a lo lejos, haciéndome adiositos. "Ven, ven", con su mano, mientras ocupaba un asiento cercano a la mesa y veía mi nombre en el tarjetero.

A los minutos, percibí dos desgracias:
a. En mi silla, y el tarjetero con mi nombre, otro que no era yo.
b. Todos los presentadores eran profesores de la I.E. Trilce.

El Doctor de la Sorbona feliz, despreocupado, con el auditorio riendo gracias a las carcajadas y comentarios del Gramático. En sendos lados, el Historiador, el Filósofo, y el Elogioso. "Entonces, yo pensé, que, rayos... ¿qué pasaría si no leo esta novela ahora? Diría en el futuro, rayos, no he leído a este genio...". El Gramático: "El Doctor de la Sorbona sigue la tradición de Vargas Llosa, de Bryce, es uno de esos escritores jóvenes que merecen, de una vez, tener presencia en los libros de literatura peruana". El Rojo, aportó lo suyo: "Si uno de los problemas que tiene todo escritor es enganchar a su lector, el Doctor lo consigue y con creces"; mientras, yo, a un lado, junto a los profesores Trilce, casi fuera de la mesa, pues habían tantos presentadores como público. "Novela de mierda", pensaba, y el Historiador me revelaba, henchido y orgulloso, que enseñaba un par de horas en alguna universidad. El Filósofo: "Cuando el Doctor me llamó, desde Francia, dije, ¡guau!, otro libro; el Doctor ha escrito una novela policial al mejor estilo de Alonso Cueto y Santiago Roncagliolo. Es una novela que cuando la abres, una mano sale de entre las páginas y te coge del cuello y no te permite alejarte de ella". El Historiador: "Me agradó cómo se descubre al criminal, al final de la novela".

Estuve en silencio, cerca al micrófono, a la vez que el Rojo me presentaba como escritor, profesor, investigador y bla bla bla. Estuve callado, y miraba al Doc que también me miraba, sonriente, como esperando el elogio final, y a los otros profesores Trilce que permanecían revisando la novela, o bebiendo agua, o haciendo señas al público, pero ninguno mirándome.

- ¡Hey, Douglas Rubio!

Debes aprender a poner cara de huevón, interés y seriedad, nada más...