viernes, 3 de septiembre de 2010

7.23



PRIMER CASO.
Alguna tarde del año pasado, mientras salía de San Marcos con un reciente profesor de su Facultad de Letras, observé a un hombrecillo sentado en el borde de la vereda que colinda con la avenida Universitaria. Tenía un paquete de discos compactos sobre el piso; una mirada curiosa, penitente, distraído en el pasar rápido de los estudiantes que ingresaban a la Decana de América por la premura de los horarios, y aplastado con su camisa de cuello sucio y pantalón roído. Conversando entonces con este profesor sobre temas de aquí y acullá, miramos ambos lo que a todas luces era un vendedor ambulante. A su lado, casi me di cuenta que interrumpía la vereda, mientras se me acercaba con un DVD. "Compre documentales sobre Derrida, Deleuze; sobre...", hasta que terminé por reconocerlo. "¿LY?"; y solo atinó a avergonzarse, a sonreír, todo colorado él, y a saludarme casi a la volada, pues me disponía a volver a casa.

Unas semanas antes, intentando buscar trabajo, lo conocería en las aulas de una conocidísima Escuela de Profesores. "¿Qué haces acá?", le dije; "Buscando chamba". "¿Y tú?", me preguntó. "Igual". "¿Ya has acabado tu carrera?", insistió. "Claro. Estoy próximo a licenciarme", respondí. "Qué suerte", me dijo, como si habláramos de marcianos. "Yo me salí en el cuarto año de literatura, en la Villa, hace años". Acabo de verlo hace unos meses por los pasillos de estos "reputadísimos" colegios; orgulloso y encorbatado, enseñando lo que tal vez sea lo único que sepa.

SEGUNDO CASO
"¿Y ustedes qué van a hablar con esos chiquillos?", dijo. "A ellos, mírenlos como billetes que caminan. Nada más. Se acabó el payaso".

TERCER CASO
"Yo enseñé en la escuela de Literatura de San Marcos. Los alumnos no deseaban leer; les dejé varias lecturas y cuando llegaban a clase nadie había leído nada. 'Así terminarán vendiendo libros en Crisol', y luego me retiré", nos dijo Vladimir, otro profesor. Dicharachero, con una corbata que le llegaba hasta sus rodillas, y siempre tarde, nos enseñaba y restregaba las formas cómo había triunfado en el mundo preuniversitario, y cómo había abandonado la dulce carrera del magisterio universitario, porque "En San Marcos solo pagan 600 soles y acá gano muy bien". Y todos en silencio y felices. "¿Alguien de San Marcos, de Literatura?". Yo. "¿Conoces a NBD...?". "Claro, aunque mi profesor de ese curso fue DHN". "Ese torpe... es mi enemigo. Con él discutí, y por él me fui de la escuela de Literatura". Oh. "'Quédate con tu sueldito de 600 soles', le dije y me vine a acá. Acá pueden hacer carrera. Pueden hacer dinero. Pueden irse luego al San Silvestre".

Le pregunté a mi conocido de la Facultad de Letras sobre si conocía a Vladimir. "Claro", me dijo. "¿Quién no lo conoce?". "¿Y es cierto que enseñó en la escuela de Literatura?". "Nada", dijo, sin tomar importancia a lo que me decía. "Acá solo enseñan los que han estudiado literatura".

CUARTO CASO
Lo conocí en el verano de 2010. Un tipo siempre con la camisa abierta y fuera del pantalón, mascando chicle, siempre hablando de cuándo jugar fútbol los sábados y tomarse unas cervezas; y siempre sin maleta, apuradito, como si recién bajara de una combi(luego descubriría que también hablaba así: como cobradorcillo de combi). Pasaron las semanas y me di cuenta que los alumnos me colocaron en los últimos puestos en las encuestas. "No vas. Usted ha acabado en los últimos lugares. Nosotros somos un equipo; si hay algún horario por ahí lo llamaremos, y bla bla bla...", me diría el Benefactor. Y a buscar chamba en otro lado. Curioso, frustrado, amargo, triste, deprimido, cogí mi cartón de recién licenciado en literatura y quise romperlo. No lo hice. Y sinceramente, hasta ahora, he pensado en hacerlo.

Meses después, hace unos días, quise ver a este chico de la camisa desabotonada, que hasta ahora enseña del lugar de donde me desterraron, con mucho éxito por cierto, y grande fue mi sorpresa cuando descubrí que sus alumnos lo consideran un MAESTRO.

Observen bien este vídeo y vean si es o no. Cada uno con sus conclusiones.



("Comparito", "Flaquito", "On'", "Pe'"...). Y enseña desde el 2004 en los preuniveristarios y over and over again...

QUINTO CASO
"Pero ese trabajo implica investigación. ¿No nos van a pagar nada?". "Es una forma de agradecer a esta institución que nos ha acogido y nos da trabajo". Regresé a casa furioso y quería mandar a la mierda todo.
Horas más tarde, le escribiría a la coordinadora sobre cómo hay que hacer el trabajo.
Más mediocre, imposible.