miércoles, 7 de diciembre de 2011

Música peruana de todos los tiempos: sus 10 mejores canciones de rock (Actualizado)



Este post está dedicado a la memoria de
Miguel Tapia, cantante del grupo Dudó

Luego de un tiempo de reflexión y búsqueda, después de las apremiantes labores y quejas, y respondiendo a uno de los comentarios finales del post anterior, he decidido, tamaña audacia, registrar una nueva lista. Sin embargo, tal y como sucedió en el post referido, el tema se advierte nuevamente picante, pues como se devela en el título líneas arriba, he decidido internarme en los registros del reverso subversivo de nuestro rock: los mejores. Aun así, el peligro siempre vive. Una selección siempre tendrá olvidados y mentados injustos. Nada repliqué, por cierto, a los varios que me preguntaron, indignados y risueños, de por qué rayos Daniel F y otros (Chabelos o TK, por ejemplo) estaban ahí, en ese pretencioso ranking. Sinceramente, la lista era solo de diez más bonus track, y resultó imposible meter a todos en ese pequeño y ajustado saco. Por supuesto que olvidé canciones de otras bandas (Adammo no entraría jamás a la historia del rock peruano, no se lo merece): Feiser, Los NsQ y NsC, 6 Voltios... pero, en fin, era una lista mínima, así que escogí las que me causaban especial repulsión (sin embargo, a modo de guilty pleasure, admito que a "Frígida", de los Sangre Púrpura, le agarré camote).

Ahora bien, como todo tiene su reverso subversivo, y para incidir que nuestro rock nativo tiene también pequeñas joyas en su catálogo, es necesario indicar, con cuidado, dónde se podrían hallar sus canciones más significativas. Por cierto, y aspecto involuntariamente omitido en el post anterior, hay que prescribir: ni baladas, en lo posible no solistas, y de ningún modo grupos prefabricados (sino, incluiría a Gianmarco, Torbellino, Anna Carina, Hexágono, las hermanas Cayo, Jean Paul Strauss, Samir, etc.). Luego, por si acaso otra vez, insisto que es una lista antojadiza, con todas las observaciones y valoraciones que cualquiera puede mencionar. Para su elaboración, apelé a la nostalgia, a su repercusión mediática, a charlas y comentarios de entendidos, a que pertenezcan a bandas que hayan sido constantes en la escena (nada de bandas one-hit-wonder) y a mi singular gusto rockero. A veces es difícil esta tarea, pues quedan marginados; sin embargo, si pudiera llevarme una grabadora (o un ipod) a una isla, con las diez mejores canciones de nuestro rock, estas serían las siguientes:

10.
Grabado íntegramente en USA, uno de los primeros en ser producido en formato CD en la escena local, el videoclip más caro de la historia del rock peruano, Ramón Stagnaro en la guitarra y Jeff Porcaro, de Toto, en la batería. ¿Qué más circunstancias se le puede pedir a esta canción? Fahed Mitre, en su faceta de rockero y no de empresario de discotecas mata-pitucos, siempre tuvo una especial preocupación por la calidad de su música, al punto de llamar a los mejores instrumentistas, inclusive del mundo, para la producción de sus discos. Para el segundo, TODA LA VERDAD (1990), donde se incluye este corte, Álex Acuña, Miguel Figueroa, Ramón Stagnaro y (gracias a la mediación de Luis Miguel, quien grababa en una sala contigua al de Fahed) el mismísimo batero de Toto, Jeff Porcaro, estuvieron incluidos, lo que resultó en un espectacular sonido, inusual en la escena rock de esos años, intoxicada de paquetazos y terrucos. "Toda la verdad", el primer corte de este disco, posee notables arreglos en el riff intro (a lo Poison), dos estupendos solos de guitarra de Ramón Stagnaro (tapping a lo Van Halen), así como los arreglos de Porcaro. Por cierto, este track tuvo un videoclip promocional que se cuenta como el más caro de la música peruana hasta ahora. Lamentablemente, es inubicable, pero recuerdo los escenarios de la Estación Desamparados y a Cecilia Tait (nuestra voleibolista y ahora congresista) fungiendo de modelo de pasarela.




09.
El nombre se lo apropiaron del "Matilda mother", de los "Pink Floyd". Al productor se lo jalaron de "La liga del sueño". El estilo electrónico, tecnopop, tenía una poderosa influencia de los ingleses "Republica". ¿Y? Los "Madre Matilda" lograron incluir varios singles en las radios limeñas, allá a principios del año 2000, con su CÍRCULOS, su segundo y más prestigioso álbum (y el último también, pues el éxito marea). Jorge "Pelo" Madueño les produjo el disco y se los mezcló en Chile, a la vez que "Sin llorar", lanzado para su promoción en 2001, se apoderaba de los charts y mostraba la peculiar y frágil voz de Pierina Less, entre samplers e historias de amores contradictorios, una auténtica rareza dentro del circuito de cantantes jóvenes limeñas. Electropop estupendo, con variadas secuencias de sintetizadores y riffs muy a lo "Garbage" y "Cardigans", además del cuidado de las letras y la línea melódica, incluyó un vistoso videoclip. Eddy Romero, su director, le da también mayor valor al canción, pues permite un inusual contraste entre su colorido y su contenido esquizofrénico.



08.
Diego Bertie no solo es el actor, modelo y gay discreto conocido en el show business limeño. En el lejano 1986 de Alan García, Diego era también estudiante de administración en la del Pacífico y pugnaba por ser actor de teatro. Sin embargo, tenía una afición más mediática: cantante de rock. Con sus amigos universitarios recontrapitucazos formaron "Imágenes" y, para qué, como un sincero y apasionado pasatiempo, la rompieron. Telonearon a los Hombres G en 1987 y sacaron algunos sencillos súper exitosos (discos de vinilo de 45", o sea, una canción por lado), uno de ellos llamado "Caras nuevas" en junio de 1988. La canción, un potente pop rock con arreglos a lo Billy Idol, demuestra que Bertie no era solo pinta: el tío tenía voz, a la vez que la melodía y letra de "Imágenes" no eran compuestas de un día para otro. "Caras nuevas" confundía su efectiva línea melódica con los padecimientos existenciales de la juventud. "Me como un cable", dice en un momento.



07.
Los recuerdo como los abuelos fresa de la generación rocker perucha. Nada de "Saicos" o similares. Nada de estridencia, sino lírica romántica, voz engolada y acordes sencillos. Banda que ha derivado en diversos proyectos con casi sus mismos integrantes (Laghonia, The New Jougler Sound, Duwetto, etc.) y tener la fama de tocar solo covers, los "We All Together" se cimentaron con canciones ajenas y en inglés. Sin embargo, hay que ser sinceros. Sus canciones en castellano fueron excelentes. ¿Por qué no le dieron más punche a esa tendencia? No se sabe; lo único que sé es que, personalmente, realizaron el mejor soft-rock de nuestra música y "Estaba en el sol" es un ejemplo contundente. Compuesta por Félix Varvarande (tecladista de la banda) y su esposa Sandra Eyzaguirre para el álbum "1990: la década", amén del bajo del finado Ernesto Samamé y la voz del paulmccartiano Carlos Guerrero, la narración evoca a los paisajes triste de la infancia.



06.
El rock no solo estuvo en Lima, por si acaso. Por insólito y hasta sospechoso, allá, en el año de 1969 o 1970, en la querida Huancayo, un grupo de jovenzuelos decidieron reunirse y formar una banda de rock con el curioso nombre de "La V Rebelión" (vaya a saber por qué). No los había escuchado jamás (ni siquiera conozco sus nombres y casi no hay referencia en internet, salvo el blog: heduardo-rockperuano.blogspot.com) sin embargo, hace como diez años, un amigo me pasó una antología del rock peruano y ya, entre todos los habituales ("Río", "Arena Hash", etc.), estaba esta pequeña joya de riffs agresivos y letras dolientes: "El amor solo es una palabra". Y si bien sé ahora que es un cover ("Yasgur's Farm", de Mountaine), la versión de "La V Rebelión" es, de lejos, superior. ¿Por qué Rossy War, Chacalón Jr. y Toño Centella han hecho su versión de "El amor es solo una palabra" y no una banda de rock peruana? Más dudas.


05.
"Extraños" fue el lado B de un disco de 45", editado por Delta Discos en 1987, bajo la supervisión de Manuel Garrido Lecca (papá de los Arena Hash), para la banda de Miguel Tapia: "Dudó". Sin embargo, la versión que llegaría a la tele y a nuestros oídos se realizaría en 1988, con nuevos arreglos y sonidos, para su primer LP, llamado simplemente "Dudó". El videoclip, una proeza para la época, como lo indica el blog http://rockasvivas.blogspot.com, fue financiado por Pepsi y elaborado por el fenecido Canal 33 UHF, para el lucimiento de estos chicos que, con un pop fresco y letras irónicas, prometían. (La muerte se llevó a su guitarrista Rubén Rojas y la banda ya no fue lo mismo). Queda "Extraños", tal vez el mejor tema del rock peruano de los 80, como huella.


04.
"A mí me pifian, pero a Gianmarco sí le chupan la pinga", dijo Cachuca, enfurecido y vulgar, a la vez que el público le pedía por segunda vez "Triciclo Perú" y este se negaba. Segundos de silencio y, sin indicar nada a Martín Choy (guitarrista principal quien, tras las habituales borracheras de Cachuca, se marchó de "Los Mojarras" con media banda para formar "La Sarita") espetó otra vez al respetable: "¡Papá Chacalón, carajo!", y los acordes de una de las mejores canciones que se ha hecho en la escena estremecían el AgustiRock. Mezcla de chicha forajida, de rock sucio, de cerro, directamente influida por la guitarra de La Nueva Crema, con la temible y sísmica voz de Hernán Condori, la representación del más auténtico rock urbano, el combo "Los Mojarras" presentó su tercer álbum (con Wicho García como ingeniero de sonido) con un inigualable primer track homónimo: "Ópera salvaje para tribus urbanas".

(No pude conseguir un videoclip decente y solo me acogí a este, donde Cachuca sale junto a una tira de payasos inefables; recordemos que es el "Chino" Choy quien se mete solito todos los solos de guitarra, apoyado en el bajo por Óscar Rivera y en la percusión por Juan Carlos Franco).

03
Hasta que "Wicho" García lo consiguió. Reconozco que jamás me agradó "Mar de Copas" y ese pop rock íbero muy "La Mode", muy "música de fogata", muy "de flacas". Peor aún con "Mujer Noche", canción que, creo, obtiene lo peor de las posibilidades vocales de "Wicho". Así las cosas, pasé los 90 burlándome de la gente que gustaba de sus canciones (universitarios pretenciosos, flacas nices, la gentita snob limeña), pero reconozco a "Suna" como un loable tour de force que la banda hace en 1999. Segundo track del álbum homónimo, presenta la voz de Wicho con entrañable fuerza, sentida, manteniendo el tono nostálgico-depresivo de sus letras aderezado con guitarras potentes, rockeras, un sonido eficaz que se lleva de lejos lo mejor que hizo MdC a fines del siglo anterior. Compuesta por "Toto" Leverone, "Manolo" Barrios y César Zamalloa, "Suna" cuenta también con un estupendo videoclip animado, que rotó por los canales de música local.


02
Frágil no es ni será solo "Avenida Larco" (canción que, por cierto, jamás he soportado). Jurásicos, recorridos, la banda de Dulude y Tavo tiene, en el mismo primer álbum (1980), como tercer track, una auténtica joya: "Mundo raro". Rock del tipo "confort y música para volar", muy Pink Floyd, de una sutil crítica a lo posmoderno, merece el segundo puesto en este humilde ranking de este humilde blog.

Ficha técnica:
Letra y música: Andrés Dulude
Arreglos: Frágil
Andrés Dulude: 1era. voz y coros
Octavio Castillo: Violines, Korg y guitarra steel
Arturo Creamer: Batería y percusión
César Bustamante: Bajo
Luis Valderrama: 1era. guitarra y guitarra de 12 cuerdas.


01.
"Una luz, un instante", dice la canción del ex Duncan Dhu, Diego Vasallo. Así se puede definir también el torbellino que significó en la escena local la irrupción de los "Electro Z", pues con un solo disco, ELECTRO Z (1999) (que se dice, regalaron a sus fans, para arrancarse luego a los Yunaites), le pusieron ropa sofisticada al rock lorcho. De ahí proviene su track 13, "En ficción", que rotó y rotó en el fenecido "Distorsión" de Pedro Cornejo, gracias al extraordinario vídeo que se hizo para su difusión. Inclasificable, totalmente inusual en la escena local, de lírica que apelaba a lo sensorial, a imágenes más que a un sentido concreto, de sonidos agresivos e infantiles, la banda de Luis Salgado, Jennifer Cornejo y Carlos García fue fundacional. "Vamos a tomar una foto...".



Bonus track
Jorge Baglietto y Víctor Barrientos eran peruanos, pero se conocieron en Estados Unidos, tal vez a mediados de 1985. Uno era un estupendo cantante de baladas y el otro, un talentoso músico del Conservatorio Nacional que quería hacer rock. El resultado: "Autocontrol", junto con destacados músicos norteamericanos. Un par de años y sacarían "Sueños", de donde proviene la canción pop rock de mejor interpretación de nuestra historia: "Por tu amor". Baglietto es el mejor intérprete que tiene nuestra escena y en esa canción lo demuestra a cada instante.


...

Espero comentarios.


miércoles, 19 de octubre de 2011

Música peruana de todos los tiempos: sus 10 peores canciones de rock



La música rock, de aquí y de acullá, en inglés o castellano, europeo o americano, nacional o importado, frenético o ansiolítico, ha marcado fuertemente enormes y diversas porciones de mi vida adolescente y adulta, como seguramente también la de muchos de los que ahora sobreviven a los avatares de esta era posmoderna. Desde el hogar, el colegio, la universidad y, para bien o mal, el trabajo, este estilo, concebido a mediados de la década del 50 del siglo anterior por las caderas torcidas de Presley y su reinvención beatle, no solo ha ido evolucionando a través de sus tan disímiles propuestas melódicas y líricas, sino que ha ido perfeccionándose y adaptándose a las realidades más inusuales y distantes; sujeto, como todo arte, a significar "algo" sobre los escenarios en los cuales emerge. Sin embargo, y para felicidad realizada de muchos, más allá de estas virtudes, no pretendo exponer ninguna tesis sobre esta cualidad, menos todavía internarme en algún periodo específico de su realización y, peor aún, hacer un relicario de todas esas canciones que hacen de mi vida un soundtrack llevadero. Una breve reflexión sobre la importancia de este género no es inútil. En todo caso, sí considero -ahora que transcurro varias horas en el autobús por toda Vía de Evitamiento (no, no tengo para un ipod)- que debo zanjar, de una vez por todas, antes que me asfixie Bizancio, por el temor que la pereza venza, como toda deuda ética que mis escrúpulos me ordenan, a responder y a señalar (nombres y apellidos) a todas esas canciones homicidas del género. Como dice Nick Hornby, a todas esas canciones y bandas de rock que morirán cuando llegue la revolución musical.

Y como fue la canción "La Bulla", de los Sangre Púrpura, el disparador de este post de interludio, comienzo con el rock nativo. A ver qué sale.

Con ustedes, las 10 peores canciones del rock peruano de este y todos los tiempos.

Puesto 10:
Sobre Pedrito tengo sentimientos contrarios. Si bien ha compuesto algunas canciones de estupenda factura pese a su sencillez ("Pasear en bicicleta" o "Tambaleando") ha cometido también los peores atentados que deben ser registrados, sí o sí, en los cuadernos de bitácora de la historia del rock peruano. Estuvo en el sorteo "La niña bella" y "Sé que todo ha acabado ya", pero esta canción merece, "Amazonas", de todas maneras, estar en la lista de las peores. Ya Pedrito, ya sabemos que estás preocupado por el medio ambiente.


Puesto 9:
Aunque muchos me dijeron que "no", que "ese es el swin' de esa banda", que suelen poner en sus canciones "poesía" como escuchar diez veces en una misma estrofa "pinga, trola, pichulón, la wasa...", me fue irresistible colocar aquí esta versión Kitsch. Así que, de todas maneras, va a la lista, pues con Ciccia y Galliani nunca se sabe...


Puesto 8:
Así como me resultan un poco incómodas las letras irónicas, burlonas, "chongueras", vomito también, con mucho placer, cuando me ponen canciones "inteligentes" (si Arjona hubiera sido peruano, toda esta lista estaría compuesta por sus canciones). Sí Daniel, necesitamos que te metas un balazo cada vez que cantas...


Puesto 7:
El acomplejado de Bonilla, o como se llame, y su dejo argentino, cantando esta canción, homenaje a la "Pachanga Rock" originario del país porteño. Con su combo "Afrodisíaco" apareció con un par de canciones más y de ahí desaparecieron, refugiándose luego en discotecas del Cono Norte para interpretar las dos canciones que los alumbraban y hacer covers de Los fabulosos cadillacs, Los auténticos decadentes y Los Pericos. "Qué rico pavito..."; pavazo serás.


Puesto 6:
Cuando TK se desintegró, pues se marcharon Dieguito Dibós y los otros integrantes, respiré tranquilo. Una banda mediocre menos. Sin embargo, a los meses nomás, me enteré que había uno, uno solo, que no se quiso ir: con Emilio Pérez ahora en la voz, volvieron con el mismo nombre, con otros integrantes (entre los que estaba un locutor atolondrado de radio) y con la misma ridícula pretensión: "Su propuesta musical se desarrolla en un plano conceptual, el cual se traduce en la lírica, lo artístico y lo abstracto. Todos los integrantes son compositores, lo que garantiza que se reinventen a lo largo de su carrera", dice en la presentación de su página web. Queda su "Inminente conjunción" y su "Lapicero de cuero, papel de cemento, llaves sin forma...", como prueba. Adiós Beatles, cuidado Radiohead.


Puesto 5:
Por "Carol quiere un viaje a Londres", "Al norte de América" y una última que sale en una sesuda serie peruana, a Río le caído escupitajos y mocos de todo color y consistencia. Bien merecido se lo tienen. Y aunque tienen canciones que han sabido meterse en el recuerdo popular de los 80' ("Lo peor de todo" o "Todo estaba bien") hay una canción que no he podido olvidar, pues demuestra que nuestros rockeros tienen tanta sensibilidad social que no les importa arruinar una canción con tal que el mensaje sea escuchado... Con ustedes, a pedido del entonces ministro de salud del primer gobierno de Alan García:


Puesto 4:
Hasta ahora todos reclaman su regreso; sin embargo, si este es un ensayo de lo que podría suceder si vuelven a reencontrarse, mejor que sigan de lejitos. Si bien Pedrito Suárez ha sabido mantenerse en el negocio, Christian Mierd... digo, Meier, hace rato que se retiró, pese a que (personalmente) hizo mejores cosas musicalmente que su excompañero de banda. Con ustedes: "Ahh ahhh ahhhhahhahh... esa sí es una mujer..." (qué guitarra para horrenda).


Puesto 3:
Sangre Púrpura merece un post aparte y completo. Fácilmente, con el conjunto total de su "obra", se podría hacer toda una lista de las peores canciones del rock peruano. Temas como "Qué te pasa Javier", "La bulla", "Profesor Profesor", y su cóver de Vilma Palma, pudieron estar aquí, en este post, y creo que nadie se hubiera quejado y hasta hubieran aplaudido. Para mal, he tratado de ser democrático y solo brindarle la oportunidad a esta canción, tan mala como las anteriores, pero con un aditivo sabroso y de guilty pleasure: el vídeo está dirigido por Juan Carlos Ferrando (lo que la hace peor que las otras).


Puesto 2:
Hace años que no escuchaba esta canción y a esta banda, y rebosaba de alegría, pues creí que era el producto de algún trauma imaginario. Craso error: no solo la banda existió y sigue existiendo, sino que la canción esa que escuché hace años también "es". No comprendo cómo puede haber personas que gastan su tiempo en comprar instrumentos, invertir dinero, convocar a decenas de músicos, gastar en cámaras y luces, y finalmente exponerse con tremendo plomazo de canción. "Claveles y rocas"; mucho nombre para tan pobre muestra.


Puesto 1:
Merecedora indiscutible de este puesto, Julio Andrade no hace mucho esfuerzo para colocar su canción impopular más popular de nuestro querido escenario local en este pequeño y humilde blog. Con una letra que solía divertir a mis primitas de 3 años (por ahí se deduce el tipo de IQ al que estaba dirigida esta canción) y una trayectoria musical que apenas y respetará su familia más cercana, el también actor y miembro de la directiva de la APDAYC, pudo colocar algunas otras más: "Sara Hellen" y "Jugo de tamarindo"; sin embargo, esta canción, "Mi cuchi cuchi bum bum", quedó para la historia y para el post gracias al "¡Uta qué rico!".



Bonus Track:
La Banda Azul no tenía nombre hasta antes de 1986, al punto que se llamaban solo No Name; sin embargo, a principios de ese año, invitan a Wicho García (ex Narcosis y ahora de Mar de Copas) para ser parte de sus filas. Así, con la producción de Manuel Garrido Lecca y la participación de Nina Mutal, editan en 1987 "Cuestión de lugar", donde se puede ubicar esta canción. Extraña, inusual, ridícula, la voz de "Pronóstico reservado" le pertenece al mismo Wicho García y no al cantante que sale en el vídeo. Curiosamente, en el mismo sale Nina Mutal y el propio Wicho, quien funge de curita alborotado. Qué recuerdos, qué idiotez.



Nota: obviamente, si alguien desea comentar, tiene el pleno derecho de estar a favor o quejarse de mis gustos estrictamente personales y, como no, proponer sus propias canciones. Por otro lado, y honestamente, hay más canciones que hubiera querido poner, pero solo se pudieron colocar diez. Ojalá y opinen.




sábado, 9 de julio de 2011

¡Hey, Douglas Rubio!


I
Una noche, viernes precisamente, luego de un día docente, me encontré al Teatrero durante una reunión informal en el conocido restaurante-bar Don Lucho, epicentro común de universitarios, intelectuales vedettes, bohemios desesperanzados, y poetas que jamás lograrán publicar sus diminutos versos. Entró sin prisa, acompañado de un hombre bastante mayor, se acomodaron en una de las últimas mesas del bar y pidieron cervezas. Mientras, a mi lado, el Villarreilino, expectante de acabar su dilatada carrera literaria, un profesor de su misma universidad, y un cineasta discreto, quienes cuestionaban con ardor las últimas elecciones presidenciales.

- Mira, es el Teatrero -me dijo el Villarreilino, de pronto-. Pásale la voz.

No hubo necesidad. A lontananza, el todavía profesor de Trilce se acercó de a pocos, mientras hacía escala en otras mesas y departía otros tragos, casi sin ánimo. Finalmente, ancló en la nuestra.

- ¡Hey, Douglas! -dijo, intentando ser cordial-. Qué dice la vida.

La primera vez que vi al Teatrero fue como juez. Circunspecto, inflexible, de voz impenitente: "¿Qué es la posmodernidad?"; "¿Te respondo en fácil o en difícil?", le pregunté con ironía, mientras la plana de Literatura de Trilce permanecía callada durante mi evaluación. "En fácil, pues", respondió, quitándose los lentes intelectuales. Luego, y con los meses transcurridos hasta hoy, aquella presencia se volvió irreconocible. ¿Qué había pasado con el Teatrero?

- Bueno, sabes que me renunciaron de Trilce.
- Sí, me enteré. Sabes -continuó, tosiendo por el humo del cigarro- yo también me voy de esa huevada.

Bebió un par de copas y, así como rápido apareció, se marchó, aunque esta vez feliz, convencido, embutido por el nuevo lote de poetas y pintores vedettes que acababan de llegar al Don Lucho. Luego, una moneda en la rockola y minutos de música que hablaban de amores rotos y sujetos a quienes han echado de sus casas. "Yo también me voy de esa huevada", volví a pensar, entre los vasos bebidos y las palabras del profesor de literatura, rendido ante el placer de enseñar un curso de literatura a literatos. Caminé al baño con una ligera cojera y observé en el espejo los meses ojerosos. El Teatrero no es el Teatrero aquí. Aquí deja de lado al histriónico y es apenas la simple carne y trozos de huesos, mente y baba, del estudiante de último año de pregrado en San Marcos, especializado en hablar de estudios culturales.

"Chicos, yo me voy retirando de Trilce. Más bien, y esto les confirmará la Dirección, la próxima semana llegará un nuevo profesor o profesora de literatura, y yo...". Esperaba un no se vaya, quédese, pero -luego de mirarse los unos a los otros- muchos pidieron al Teatrero, ese que apaga la luz a carcajadas, que enciende una radio con música gutural, que agita los brazos y hace muecas, a la vez que los alumnos lo señalan y se ríen.

Salí del baño y por allí rondaba míster Copé. Confundido, con un vaso en la mano y chalina que dejaba ver un par de labios resecos, me abordó con esa voz amanerada de miraflorino.

- ¡Hey, Douglas! - insistió.
- Hola.

A la manera de extraños en un tren, llegamos a una mesa donde le aguardaba una estudiante de literatura y conversamos, entre la premura del tiempo y el ruido de Abanto Morales, sobre mi nueva experiencia universitaria. "Mira, esa es una empresa. ¿Qué vas a investigar ahí? Voy, doy mi conocimiento y me pagan; y encima, no hay mucho que hacer. Debes aprender a poner cara de huevón, interés y seriedad, nada más". Nos despedimos, beso a la cándida universitaria, y di cuenta de varias llamadas perdidas de mi teléfono celular. Era el Rojo.

II

Sábado. Once de la noche. Mi novia se arreglaba el cabello largo y Santiago, mi gato, la observaba impasible desde la cubierta del televisor. Mortificada, se acomodaba el vestido negro y ceñido, mientras me arrojaba el periódico del día, la almohada y lapiceros.

- Eres un imbécil -me increpó-. Ya lo habías prometido.

Observaba el techo de mi dormitorio y solo oía, de a pocos, la suave pero constante llovizna que caía esa noche en Lima. La ventana transparente y decenas de niños jugando fútbol. Solo la luz de los postes permanecía extraviada y los ladridos de los perros se acercaban y presentaban los típicos ruidos del hambre. No, no quería. No; la cama, el colchón, la almohada, las sábanas, las mantas y las frazadas, las patas de madera, el televisor en technicolor y los adornos de ángeles fluían solitarios. No, no quería ir. El Padrino, el maíz dulce, el silencio de los muebles, los libros prestos a ser intervenidos. No, no quería ir.

- Está bien -respondí resignado. Caminé al ropero: un jean negro, una camisa gris, una corbata negra, decenas de monedas en el bolsillo y mi novia calzando sus tacones. Observé mi dormitorio por última vez y pensé lo triste que es dejar el líquido privado e íntimo del útero materno. "¿Tienes la tarjeta", "Sí"; "¿Tomaste la llave que estaba encima de la lap top?", "Sí"; "¿Llamaste a mi mamá y le dijiste que iremos sin ellos?", "Sí". "¿Sacaste al gato?", "Sí". "Sí". Antes de que mi novia llegara a vivir conmigo, mis medias apestaban, la cama era un torbellino matutino y mi dormitorio despedía un hedor que solía lidiar con perfumes y desodorantes de catálogo. Usualmente, mi madre solía gritarme y exclamaba, monda y lironda, la clase de hijo desordenado, impuntual e irresponsable en que me había convertido (pese a eso, me quiere mucho). Sin embargo, con la llegada de mi novia, las cosas mejoraron, al punto que ama a mi novia y me insiste sobre nuestra boda e hijos. Y si bien me vuelvo de a pocos un misántropo, y acudir a cumpleaños, matrimonios, reuniones de reencuentro, etc., se ha vuelto en actos que repudio en absoluto, por razones sencillas de deducir, fui incapaz de decirle "no" a mi novia esa tarde olvidable. "Amor, ¿iremos al quino de mi sobrina? Ya verás, irán Juan Carlos, Inés, años que no los ves; incluso una alumna tuya de la universidad esa donde enseñas. ¿No sabías que la Geraldine era tu alumna?".

Tomamos el taxi y llegamos temprano. Una mesa blanca, mozos solícitos, un parlanchín que hablaba y hablaba sobre las virtudes de la quinceañera frente al público. Saludamos a toda la familia de mi novia: tíos, primos, sobrinos, un profesor de razonamiento verbal que me invitó para enseñar en el colegio donde enseña ("Ya pe', cuándo bajas"), y la alumna esa de la que habló mi novia. Me saludó apenas y no me hizo caso. Me arrepentí de no haberla jalado.

Media hora luego, llegó la mamá de mi novia y sus hermanas. Siempre hablando las mismas rarezas: telenovelas, maquillajes, vestidos. A lo lejos, los mozos repartían jarras y platillos. Si bien pensaba que eso solucionaría las cosas, pues siempre es más llevadero recorrer el camino al Gólgota con un poco de cervezas, estaba bastante lejos de la razón. Era un "quino" evangélico; es decir, refrescos de coco en lugar de licor y Salmos en lugar de salsa de Óscar de León. "Debes aprender a poner cara de huevón, interés y seriedad, nada más", y bebía, mientras mi novia se perdía entre los danzarines de Salmos y lanzaba aleluyas. Solo deseaba estar en mi cama y contemplar a Al Pacino decir: "Estás fuera, Tom. No eres un consiglieri de guerra".

-¿Por qué no me dijiste que tu sobrina también era evangélica?
- Se me fue, amor. La Geraldine te reconoció. Dice que tu curso era aburrido.

Al rato, llegaron Juan Carlos e Inés.

- ¡Hey, Douglas Rubio, estás irreconocible!


III

Paro de transportistas ese miércoles 13. Feliz, pues de vacaciones solo importaba mi horario. Leer blogs de cine, revisar antiguas redacciones, culminar proyectos breves, y jugar con Santiago en la cama pese a que mi novia lo detesta. Llegó la noche, y cuando todo parecía la tranquilidad oceánica, el Rojo volvió a llamar.

- ¿Listo, Camarada?
- ...

No había podido recordar la promesa que le había hecho semanas atrás, después de sus insistentes llamadas: ser presentador, por segunda vez, del Doctor de la Sorbona. Me había acercado la novela del "Doc" un mañana dominical, prometió que me enviaría la invitación, el lugar y la fecha, que también pagaría el taxi de ida y vuelta, etc.; y cuando intenté leer el primer capítulo, pensé que su educación en tierras europeas le habían servido un carajo. Finalmente, entendí que era del tipo de novelas "donde era el mono quien se había comido a la banana". Una basura, una absoluta porquería.

- Pero no enviaste el lugar ni la invitación, y yo...

No quería ir. Luego, recordé las veces que el Rojo me recomendó para varios trabajos de edición. No quería ir. Luego, pensé en las ocasiones que el Rojo me invitó a conferencias, ponencias y congresos literarios. No quería ir, pero allí estaba, diciéndole a mi novia que se comiera sola el maíz, camisa y pantalón blanco, y el taxi salvador. Al llegar al edificio donde se presentaría el libro, cientos de adolescentes llegaron junto conmigo al auditorio principal. Caminé despacio, observando que la mesa estaba ya lista y uno de los presentadores había comenzado con su discurso feliz y bla bla bla... Di un recorrido breve entre las sillas, jóvenes y ancianos agrupados, todos con la novela de marras en las manos, y el Rojo me miró a lo lejos, haciéndome adiositos. "Ven, ven", con su mano, mientras ocupaba un asiento cercano a la mesa y veía mi nombre en el tarjetero.

A los minutos, percibí dos desgracias:
a. En mi silla, y el tarjetero con mi nombre, otro que no era yo.
b. Todos los presentadores eran profesores de la I.E. Trilce.

El Doctor de la Sorbona feliz, despreocupado, con el auditorio riendo gracias a las carcajadas y comentarios del Gramático. En sendos lados, el Historiador, el Filósofo, y el Elogioso. "Entonces, yo pensé, que, rayos... ¿qué pasaría si no leo esta novela ahora? Diría en el futuro, rayos, no he leído a este genio...". El Gramático: "El Doctor de la Sorbona sigue la tradición de Vargas Llosa, de Bryce, es uno de esos escritores jóvenes que merecen, de una vez, tener presencia en los libros de literatura peruana". El Rojo, aportó lo suyo: "Si uno de los problemas que tiene todo escritor es enganchar a su lector, el Doctor lo consigue y con creces"; mientras, yo, a un lado, junto a los profesores Trilce, casi fuera de la mesa, pues habían tantos presentadores como público. "Novela de mierda", pensaba, y el Historiador me revelaba, henchido y orgulloso, que enseñaba un par de horas en alguna universidad. El Filósofo: "Cuando el Doctor me llamó, desde Francia, dije, ¡guau!, otro libro; el Doctor ha escrito una novela policial al mejor estilo de Alonso Cueto y Santiago Roncagliolo. Es una novela que cuando la abres, una mano sale de entre las páginas y te coge del cuello y no te permite alejarte de ella". El Historiador: "Me agradó cómo se descubre al criminal, al final de la novela".

Estuve en silencio, cerca al micrófono, a la vez que el Rojo me presentaba como escritor, profesor, investigador y bla bla bla. Estuve callado, y miraba al Doc que también me miraba, sonriente, como esperando el elogio final, y a los otros profesores Trilce que permanecían revisando la novela, o bebiendo agua, o haciendo señas al público, pero ninguno mirándome.

- ¡Hey, Douglas Rubio!

Debes aprender a poner cara de huevón, interés y seriedad, nada más...











sábado, 12 de marzo de 2011

Las horas (y no de Michael Cunningham)






Hace unas semanas atrás, los siempre relucientes y lustrados (¿ilustrad0s?, no) profesores de una conocida organización educativa limeña, tuvimos un encuentro educativo y de camaradería en una reputada universidad del cono norte limeño. Agradecidos, haciendo largas filas por los momentos del refrigerio (empanadas y café desazucarado), escuchamos atentos las largas charlas de corte pedagógico que una campechana profesora nos dispensaba a través de vídeos; separatas, bromas, intervenciones orales, equipos de trabajo, y comentarios infidentes sobre su vida cotidiana. Con cierto recelo también observaba a mis compañeros de aula, intentando reconocer a alguno que otro, mientras se oía desde los pasillos a chicas en minifalda apuradas y con papeles en mano.


Fueron dos días de "capacitación" (aunque más que eso, los profesores se la pasaron criticando el método de esta conocida organización educativa) y durante esas jornadas, aprovechamos todos para conocernos mejor y saber quiénes nos eran, sea porque éramos colegas de curso o de local, más próximos. Así, volví a ver a LY; a Vladimir, a Inri, a Puñal, al Teatrero, y a nuevos miembros del curso: al Bloggero, al Payaso, al Retaco, y finalmente a El Francés, un sujeto quien me abordó de sorpresa durante el almuerzo y quien no solo conocía mi nombre ("Douglas, Douglas..."), sino que sabía el curso que llevaba, las horas que tenía y hasta el local donde dictaba. A pesar del calor y lo apremiante del tiempo, conversamos unos minutos mientras degustábamos pollo frito y arroz blanco:

"-Sí, sé que ya no está acá.

- ¿Sabes que lo sacaron porque se metió con una de sus alumnas?

- Pensé que el Medieval se fue para seguir estudios..."




"- Sí, sé que se ha ido a dictar clases a una universidad privada.

- ¿Tú crees? Si lo sacaron también por meterse con una de sus alumnas."


Terminada la comida, y mirando a otros conocidos, continué caminando y me saludé con Puñal; con Vladimir ("¿Dónde enseñas ahora?", "En Los Olivos", le dije. "Ahhh...", me respondió, medio aburrido); con El Teatrero, con quien conversé un poco sobre La Decana de América: "Sí, pues. Acabo la carrera: me interesan mucho los estudios culturales". "¿Y te enseñó Philipp Dick?", le dije. "Claro, pero no es profesor. Solo toma asiento y habla, nomás. Eso no es ser docente". (Claro. Para El Teatrero ser docente de literatura es apagar las luces del aula de un colegio secundario donde enseña, colocarse una linterna en la cara y empezar a hacer muecas y gestos, narrándoles el cuento que sus alumnos deben de leer). También me encontré con Inri, quien me saludó amablemente y preguntó por mi salud, sonriéndome y haciendo bromas sobre mi subida de peso. Ah, por supuesto, y también me encontré con LY, quien me hacía señas con las manos y me comentaba, riéndose nerviosamente, que estaba a un paso de la quiebra económica.


Al final de la jornada, que duró dos días, entre el fuerte calor del verano y el sopor de las maratónicas charlas, una linda señorita se acercó a cada una de las aulas que congregaba a los profesores de esta institución educativa, nos dio unos papeles, un lapicero, y nos indicó que era hora de las encuestas. Y luego dijo una frase, que nos dejó, literalmente, helados: "Los horarios se entregarán este martes, a partir de las 10 de la mañana".


Aunque ya se habían estado pasando la voz durante el almuerzo, la noticia de que los horarios no se entregarían al final de la capacitación, despertó en muchos sospechas maliciosas, nerviosismo, insultos a media voz, miradas extraviadas, silencios, y sobre todo desánimo. Las voces más experimentadas, a hurtadillas, comentaban que el solo hecho de que no se entreguen los horarios al final de la capacitación significaba, con sencillez, que muchos profesores se quedarían sin horas de trabajo para el año lectivo 2011. Y es que las horas, para cualquiera que se dedique a la actividad docente (y sobre todo en colegios particulares) significa, realmente, TODO. Y lo es TODO porque los docentes de colegios particulares y de universidades, deben de trabajar aquí y acullá para reunir una cantidad suficiente de horas, y alcanzar así un sueldo decoroso, siendo entonces necesario no solo un lugar de trabajo, sino varios, en los lugares más lejanos y en los horarios más extraños. Por cierto, no es malo ganar horas y ganar un buen pago por cada hora enseñada, menos todavía, conseguir horas suficientes en un solo lugar; sino que lo malo de todo esto, es que muchos no se van con indirectas y, literalmente, le besan el poto al coordinador de horarios para que este les dé las horas suficientes y volverse su ganapán.


Las instituciones educativas de primaria y secundaria lo saben bien, y aunque en las universidades también hay estas pugnas por las horas, es en las primeras donde las condiciones y reglas para adquirir horas a lo largo del año adquieren ribetes de mendicidad; obteniendo un resultado, en el mejor de los casos risueño, y en el peor de los casos, indigno. Veamos la I.E. preuniversitaria donde todavía laboro, y los requisitos que piden para poder conseguir horas durante sus años lectivos:


a. Salir bien en las encuestas.

b. Asistir a sus capacitaciones (donde solo se escucha la opinión del capacitador, porque cuando uno dice su opinión este sonríe y sigue hablando).

c. Ser puntual (así trabajes en la mañana en Comas y luego tengas que ir a Chorrillos, con un margen de una hora).

d. Ir con corbatita.


Si bien todo esto anterior, con todo lo difícil que resulta, es parte de una rutina administrativa y laboral, lo siguiente sí es, realmente, la torre de los alucinados:


a. Participar en la redacción de los libros que esta IE luego vende a sus alumnos. Por supuesto, a nosotros no nos dan ni un cobre. (Recuerdo todavía cuando le dije a Puñal por qué no nos daban nada, respondiéndome -en un email que conservo cada vez que quiero reírme - que era una forma de agradecer a esta IE por darme trabajo).

b. Participar (previo registro de asistencia) vestido con el polo de esta institución, en las caravanas y corsos que esta IE realiza en las afueras de las universidades donde se esté realizando un examen de admisión. Así, hay que ir con polos naranjas, globos, serpentinas, gritar con furor el nombre de la IE, dar de bailes mientras la orquesta contratada toca y retoca música popular, repartir volantes a raudales, pintarse la cara de colores, y pelearse de punta a punta con las otras IE de la competencia. Es decir, mientras más gritón y payasito seas, más horas tendrás.

c. Llamar por teléfono al director del local donde enseñas. (LY me diría que llamaba y llamaba al director de su colegio para que le dé más horas. Incluso, Puñal mismo llama y llama al Sumo Pontífice para que le dé más horas de las que ya tiene).


Y bueno, lo off de récord: los puñales que entre profesores nos lanzamos para que al otro le quiten horas y se lo den a uno (también lo he hecho, lo admito, aunque no para que me den horas, sino por joder); hacer aquelarres, para convencer a las tutoras que nos hagan llegar copias de los exámenes semanales del curso que le hacen a los chicos y así saber dónde ser más enfáticos cuando enseñemos; mentir, como LY, que dice que ha acabado su carrera del literatura, cuando ni siquiera logró terminar su quinto año de pregrado; como Vladimir, quien dice que ha enseñado literatura en la Decana, cuando ni siquiera ha estudiado literatura; como el Francés, quien de estudiar Comunicación en una universidad privada (universidad por cierto, de dudosa calidad), se pasea con un libro de teoría literaria para justificar por qué enseña literatura; como Puñal, quien descargó varias veces sus temas de Literatura de portales de internet (diciendo que fue de su autoría), y de quien no conozco nada sobre su vida literaria y si ha estudiado en alguna universidad; y así.


Resumiendo, entonces. Conseguir "horas" en este universo educativo tan variopinto como es el nuestro, no es sencillo y a veces, uno tiene que ponerse rodilleras nomás. Ruego que este no sea mi caso, y ruego también porque me caigan algunas horitas más, así esta IE me haya dado una nadita de horas porque no cumplo con los requisitos que pide.


Mientras tanto, a terminar Las horas, de Cunningham.














miércoles, 16 de febrero de 2011

El cine Junín



Yo he vivido en el distrito de San Martín de Porres desde el día que nací hasta hoy, que tengo casi 35 años. Espacio sinuoso, de bullicio, de microbuses y peatones impenitentes, de lejísimos aviones atronadores, de pasacalles durante sus festividades patrias, de húmedo calor en el estío, de lluvias prolongadas en el invierno, de acuarelas en el cielo caprichoso de primavera, o aplastante molicie en las tardes luego del almuerzo otoñal. He vivido en este distrito y, lejos de avergonzarme (como muchos pequeños sobrinos que conozco, quienes prefieren decir que son de El Callao o Los Olivos, pero nunca de este lado del Cono Norte) no puedo dejar de recordarlo ahora que la nostalgia me abruma.

Y de esto que despierta mi nostalgia tampoco puedo desligarme (y más bien los persigo como incesante señuelo); o sea, de sus antiguos y populosos lugares de diversión dominical: los parques del barrio, donde se suelen reunir las familias los domingos para tomarse fotos; las iglesias de la avenida Perú, donde las familias llegan a las siete de la noche; los mercados, para degustar el desayuno de chorizo o la comida marina, y finalmente, como hasta hace poco lo conseguía, su recordado cine: el Junín.

De este cine de barrio, puedo decir que la primera vez que llegué a sus instalaciones -y de esto mi memoria tiene la total libertad para engañarme o no- fue con papá, Bruno y Chino, en microbuses empachados de gente donde íbamos prácticamente colgados del estribo. ¿La función que empujaba a ese aventura?: "Operación Dragón", con Bruce Lee. No recuerdo ya toda la película, aunque conservo todavía gratos recuerdos de su proyección pese a sus interrupciones y momentos de desconcertante silencio (no sabíamos que los proyectores apenas tenían un carrete de celuloide a disposición, mientras los motociclistas llegaban apurados y tarde con los otros carretes de la película), cuando la función dejaba de emitirse y las luces de la sala se prendían, entre silbidos e insultos. Casi siempre era así, y ya teníamos que acostumbrarnos a este improvisado programa. Como también debíamos acostumbrarnos a comprar boletos para "mezanine" (por lo barato del costo), subir ansiosos las escaleras para coger asiento en las primeras filas, sentarnos en largas filas de asientos de cemento, arrojar los restos de canchas y golosinas a los riquillos de "platea", y entrar con las narices tapadas a sus baños llenos de frases y dibujos de corte sexual. Sin embargo, todo eso se diluía a medida que las enormes cortinas doradas y amarillas -con el sonido del himno nacional del Perú- descubrían el hermoso y blanquecino écran. Las luces se apagaban, los anuncios de las tiendas comerciales aparecían, los conocidos trailers y teasers (que en esa época llamábamos "avances") nos hacían prometer volver de nuevo... y todos mudos.

Como buen cine de barrio era sencillo acudir a él. Incluso, los sábados y particulares cuando mi papá no podía (a mamá poco le importaba este tipo de entretenimiento), Chino, mi hermano mayor, ya podía hacerse responsable de nosotros, pues aunque yo no hacía problemas, Bruno era, literalmente, incontrolable. Como buen hermano menor, se aburría a media proyección -que el baño, que la gaseosa, que el sueño-, corriendo y gritando por la mezanine entre rechiflas, y que por culpa suya mis padres, cuando bebé, tenían que dejar la película a la mitad. Sin embargo, Chino encontraría su propia solución a tal inquietud tempranera: cuando fuimos a ver "Gregorio", del grupo Chasky, simplemente amarró a Bruno con un chompa atada a su mano y santo remedio.

Así, romper el yugo paternal fue todo un acontecimiento, pues ya podíamos salir cualquier día de la semana, siempre y cuando haya dinero, sin que haga falta la presencia de mi papá (mamá bostezaba y nos daba unas monedas). Gracias eso, tuve la inmensa suerte de ver películas que ahora se glorifican en el DVD, y yo sin la menor idea en esa época. "Aliens", de James Cameron; "Los cazadores del arca perdida", de Spielberg (y conociendo al doctor Indiana Jones); "Rocky IV", de Stallone (recuerdo a mi tío Freddy y a mí haciendo vivas por Rocky y arrojando moco y babas a Ivan Drago, en plena guerra fría USA vs. URSS, mientras Chino se molestaba conmigo y me callaba); "El regreso del Jedi", de Marquand (aunque el director en las sombras fuera George Lucas); "La historia sin fin", de Petersen (con su cancioncita electrónica intro de Limahl para la edición americana, pues la original, la alemana, tenía como intro una orquestación sinfónica); el ya referido "Gregorio", del grupo Chasky (aunque el director en sí fuera Alejandro Legaspi, el papito de Julián), etc.

Aún así, con el avance de los años, y yo entrando a la adolescencia (específicamente a los 13 años), me resultaba absurdo y aburrido depender de mi hermano mayor -avergonzado este de hacerla de niñera- al que estaba a su total merced cuándo ir o no al cine. A veces tenía que salir a estudiar (tenía él 17 años), a hacer compras, conversar con algún amigo, o simplemente porque no le daba la gana de ir conmigo o porque no quería ir. Como sea, harto de sus antojos, le pedí a mi mamá que me dejara ir al cine Junín por mis propios medios. "Si tu hermano no puede, no". Y yo, mortificado. "Si ni siquiera sabes tomar el microbús". Y yo, ridiculizado. "Ni siquiera sales a comprar el pan". Ahí tenía razón. Sin embargo, y viendo que era hora de dejar salir al pajarillo del pezón materno, conseguiría un peculiar triunfo cuando mamá aceptara mi petición. "Levantas la mano y paras la 70 -el ómnibus que me llevaba al cine-; luego, le das este sencillo", me diría un poco preocupada, mientras yo me lavaba la cabeza y me fijaba luego en el "listin cinematográfico" del periódico. ¿La película? Bueno, lo importante era la manumisión y, fundamentalmente, y desde ese momento, ir al cine cuando yo lo desee. ¿La película? "Los cazafantasmas 2" (se anuncia pronto la tercera parte, siempre y cuando Bill Murray acepte).

Lo que vendría luego sería para mí, con toda razón, la época dorada al lado del cine Junín. Acotemos que era difícil para un cine de barrio reunir películas de "autor", ya que perteneciendo a un circuito marginal, este tipo de cine apenas y proyectaba los residuos de los cines principales limeños; por ello, casi todas (por no decir, todas) sus películas emitidas eran descaradamente comerciales. Sin embargo, bien puedo dar fe de haber disfrutado mucho de ese cine al que llaman "para comer cancha". Así, reuniendo las propinas del colegio, solitario, en el "mezanine", llegando siempre puntual (cosa rara en mi vida), yendo sobre todo los lunes, con las butacas de cemento casi vacías, con los espectadores adormilados, con esas proyecciones que pasaban las películas sin sonido en los minutos finales, con la programación alterada (así, por ejemplo, una vez fui a ver una película de Chuck Norris y al momento de la proyección lo que vi fue la estupenda comedia de Blake Edwards "La fiesta inolvidable", con el genial Peter Sellers), y regresando a casa caminando, pensando en los problemas de la vida a esa edad, disfruté de películas como "Mi pobre angelito", de Columbus; "Batman", de Tim Burton; "New Jack City", de Van Peebles (con un jovencísimo Wesley Snipes); "Terminator 2", de Cameron (el cambio en los FX del cine a partir de los 90 se dio con esta película); "La lista de Schindler", de Spielberg (la recuerdo con mucho cariño, pues al regresar caminando, me asaltaron y me robaron mi dinero y mi casaca deportiva); "Alien 3", de David Fincher (pensando en por qué demonios no encontraba a la chica que tanto me gustaba en esas butacas iluminadas), etc.

Con todo, pasaron los años, la década de los 90 precisamente, y ya no pude acudir como quisiera. Primero, una enfermedad tropical que me tumbaría en la cama por casi un año; luego, apenas entrado a la universidad, mis padres se divorciarían, y finalmente, la quiebra financiera de este cine, siendo reemplazado por un gigantesco tragamonedas. Recuerdo haber pasado por ahí con ansias para olvidar alguna clase desaprobada en la universidad, y lo único que lograba ver era soniditos de máquinas de colores, mujeres gordas alborotadas, y cientos de globos. Sin embargo, años más tarde, producto tal vez del ánimo de recuperar antiguas épocas, al finalizar el siglo XX, el cine Junín sería reabierto y, con ello, los microbuses volverían a ver las interminables colas que se formaban en los alrededores de sus instalaciones. El siglo XXI volvería a ver, así, estos espectáculos de colas que se formaban antaño, y todo para ver la versión recut de "El exorcista", de Friedkin; "Matrix Reloaded", de los hermanos Wachowski (uno de ellos ahora se ha vuelto transexual); "Spiderman", de Sam Raimi; la saga de "El señor de los anillos", de Peter Jackson (proyecciones a las cuales yo acudía ebrio, pues se estrenaban luego de las fiestas de fin de año); "King Kong", de Jackson también (recuerdo a mi amigo Arturo, triste y enfadado en su butaca, pues se había suspendido la función porque se malograría el proyector), "Ocean Twelve", de Soderbergh (película que vi un sábado, literalmente sin nadie en el cine), "X Men", la I y la II, de Singer (recuerdo la segunda parte, pues regresaba de sacarme un diente del odontólogo y pensaba que la carrera universitaria elegida, Literatura, no me serviría para buscar trabajo); "Duro de matar 4", de Wiseman (al día siguiente del terremoto de 2007, con cinco personas más); "2012", de Emmerich (al que acudí a ver para celebrar mi licenciatura en mi carrera) y la última película que vi en el Junín, "El origen", de Nolan (película que tuve que ver con mi novia luego en el DVD, porque no la entendí). Así, el Junín estaba ahí; a la espera de que me saque de mi claustro escolar los días particulares, o la piense como bálsamo toda vez que la vida me resultara agobiante.

Siempre que regresaba del trabajo, la veía tan cerca, tan familiar; incluso, con su nueva estructura, con su boletero serio, repartiendo sus tickets rosados (los que todavía conservo como una forma de souvenirs), y sus vendedores de cancha y golosinas en las afueras. Sin embargo, la gente pronto dejó otra vez de ir. Dicen que por lo barato, porque da vergüenza ir a un cine así habiendo los nuevos multicines, más bonitos y modernos, en lugares nices como Miraflores y San Isidro; porque el sonido era horrible y las nuevas generaciones ya no toleran que haya siquiera una interrupción de la proyección; porque dicen que se siente ridículo que lo vean a uno con su enamorada o enamorado en la cola; porque es mejor comprar un DVD en el mercado del barrio.

Ahora está cerrada nuevamente; con un breve cartelito de "Se alquila", anunciando su extinción. Por ahora no está; aunque sé que en algún momento, ojalá, alguien la reabra. Ahora que ya no está mi hermano mayor para llevarme, quisiera que él estuviera aquí para ir juntos; que vuelva de la muerte para regresar juntos a la casa, mientras mamá nos espera con la comida servida, feliz porque papá veía televisión junto a ella, y mientras yo le contaba la película que habíamos visto.

Para decirles que también somos lo que perdimos.