domingo, 21 de junio de 2009

El ataque del chico cocodrilo


El año pasado, terminada la presentación de Paul Newman... en la universidad Villarreal, se me aparecieron, como a San Pablo en el camino de Damasco, dos certezas: que mi presencia en el parnaso era más bien arrabalero (o si se desea, el auditorio estuvo casi vacío) y que parte de mi alocución se sostuvo en agresiones gratuitas hacia el público presente y comentarios insólitos sobre mi propio libro. Lo simpático del asunto es que no recuerdo nada de lo que luego me dirían mis camaradas ("Te la pasaste ofendiendo al público"; "Eres un maleducado"; "¿Qué tienes contra Mirko Lauer?", "Eres más tarado para hablar", etcétera y demás frescas). Puede ser cierto; y no niego que me jodió que el auditorio haya estado casi vacío, que algunos amigos míos antes de la presentación se hayan estado riendo de las largas filas de sillas sin gente, que los profesores invitados sentados bien adelante hayan aprovechado dormir mientras uno de los presentadores de mi libro se esmeraba en relacionar mis relatos con teorías narratológicas; y que al final, terminada la jornada y muerto el combatiente, unos pocos, poquísimos, se hayan dignado en comprar mi librito. ¿Agresión? Puede ser cierto. Cuando me tocó hablar, como diciéndome "¿Qué sentido tiene hablar algo coherente ahora?", me la pasé haciendo referencias a libros antiguos, a mis primeras lecturas, a recordarles a la pequeña masa de presentes que mis relatos no tienen nada que ver con lo que se creía que tenían que ver, sino con parte de mi infancia, de mi admiración por libros sin ninguna conexión con mis relatos, y que al final de la partida, uno no es tanto lo que escribe, sino que hay algo más en eso que escribe. Y eso es uno. Como sea, minutos luego, mientras conversábamos en algún bar del centro de Lima, mis amigos, como siempre, se encargarían de demostrarme las estupideces que dije, con argumentos, teorías, y testimonios muy bien sustentados. Pasadas las horas, un poco ebrio, regresé a casa, y caminé mortificado hacia mi cuarto, pensando en las pocas veces que suelo tener razón (¡Qué suerte tienen mis amigos de tener siempre la razón!).

A los meses venideros, hace pocos días nomás, en un lujoso local de Miraflores, me tocó ahora a mí hacerla de presentador. Con motivo de El dilema, novela de Luz Grau (bisnieta del "Caballero de los Mares"), se me invitó a presentar un libro cuya historia se basa, según la autora, en la representación de un mundo despreocupado por su futuro. Sin embargo, cuando lo leí (y de eso me encargué de dejarlo en claro cuando escribí la contraportada del libro; que, dicho sea de paso, a mucha gente le pareció lo único interesante del libro), me pareció más bien la historia de una mujer aburrida de su vida y que anhelaba algún espacio dónde sustentar sus fantasías y deseos; y qué mejor motivo para esto que recrear la existencia de un amenazador futuro apocalíptico donde ella tenía el deber, cual Arca de Noé, de salvar a su familia y a los pocos insensatos que quisieran acompañarla, del derrumbe ecológico del planeta. "¡Bah!", pensé, pero no lo dije; pero sí dije que era también el tema de una mujer ahogada en un matrimonio aburrido, hastiada de una familia que a veces no la entiende, y que tal vez por eso -solo por eso- buscó el pretexto perfecto e idealizar un universo lejano, paradisíaco, donde encontrar cobijo y salvar a su familia no del fin del mundo, sino de un lugar donde logre por fin ser feliz ella con su familia. Hable un poco de esto, un poco de aquello, sobre Isabel Allende, sobre el problema de la mujer en un mundo tan machista, etc.; y al final, el brindis de honor.

Sonrisas del respetable, fotos con la autora, conversaciones casuales con el público presente, y regresé a casa, dormí la noche sin mayor problema, y luego, al día siguiente, apenas iniciada las primeras horas del día (debo advertir que mi madre es enfermera particular de la escritora referida y por eso el contacto) mi madre llamaría por teléfono, y me diría a boca de jarro: "¿Acaso no te has dado cuenta de la sarta de estupideces que has dicho ayer?". Sin mucho mutis, me dijo lo mismo que mis amigos durante la presentación de mi libro. Que había sido agresivo, que había hecho quedar mal a la autora, que nada de lo que dije se ajustaba a lo que la autora había querido decir en su libro, etc. Resulta que doña Luz Grau se había quejado ante mi madre de mi alocución, porque, según ella, jamás había escrito una novela "oscura", y que su visión del mundo era más bien "optimista", y que siempre había amado a su esposo, y que jamás tuvo una familia disfuncional, etc. "'Acaso no te has dado cuenta de la sarta de estupideces", y me colgó el teléfono.

Que mi madre diga también que hablo estupideces ya es bastante grave entonces ¿O acaso no sería lo mejor? Lo peor, en todo caso, es que me hubiera llamado para decirme lo bien que hablé y etc. En fin, de lo único que me he enterado es que estoy siendo muy agresivo últimamente. Necesito urgente el diván.

7 comentarios:

  1. Bro, tons la nota es sencilla. Asi como te quejabas de que tus presentadores no te entendian y que nunca dieron con el hontanar de tu narrativa, de pronto la señora Grau puede argumentar lo mismo. De tal modo que ella tendria el mismo derecho a sentirse mal-leida, mal-interpretada, mal-herida y no tanto mal-casada. Un abrazo, bro. No pongo nombre porque ya sabes quien soy.

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  2. por que tanta agrasividad, no sera que eres de san marcos y llevas una cruz en la espalda

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  3. O sea que tu libro fracasa y encima te la agarras con los pocos que por aprecio estuvieron en la presentación? Estás mal compadre... No quiero ni imaginar cómo reaccionarías frente a una crítica literaria severa...
    Juan Pérez

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  4. se nota claramente que uno cuando escribe lo hace con la poca intención de agradar, ahí ya influye la personalidad, no creo que sea malo ser agresivo es su forma de darse a entender, una forma en la cual la literatura como la personalidad definitivamente no van ligadas en su totalidad, a mi me gusto tu libro de cuentos, a veces algunas cosas hay que tomarlo con ligereza pero uno no puede saber como vaya a tomar las cosas y los momentos y los tragos vienen y van y regresan o se quedan por allí, igual un comentario bueno o malo afecta cuando le tomas toda la atención necesaria para incomodar y sentirse bapuleado por las opiniones de los lectores, comentaristas o cualquier interesado en comentar o hasta ser el momento propicio para complir con la venganza que tenia sobre ti, no digo que ellos esten erroneos en sus comentarios, solo cuanto de eso se basa en tus escritos, tus cuentos, por lo demas las cosas pasan y tu ya sabes que tu cama es un diván para pasar las noches frivolas de lima y no tiene por qué ser malo o desagradable.. un abrazo y espero pronto me pases algo nuevo para leer

    Juan Carlos Eguizabal

    pd: yo no fui esa vez, pero prometo ir para la próxima con unas frutas malogradas jajajaj

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  5. villareal un lugar acostumbrado a la agresión; bueno sabemos ahora que debemos cuidarnos de los dardos de tus palabras pero por mi parte la agresión es costumbre dentro de las aulas...

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  6. OE, NO SABIA QUE HABLABAS TANTAS PESTES DE LA VILLARREAL. Y QUE DIABLOS HACIAS HOY DIA HACIENDO UNA PRESENTACION DONDE, DICES, NO VA NADIE Y NADIE COMENTA LO QUE TU PIENSAS? UBICATE

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